Los países del este de Europa creen que la Unión Europea es la “nave nodriza”, cuya leche puede amamantarles permanentemente, aunque no formen parte de los Veintisiete, como Moldavia.
La presidenta de Moldavia, Maia Sandu, ha aprovechado muy bien las paranoias que circulan por los frenopáticos de Bruselas para conseguir un pellizco de 60 millones de euros. No es mucho, pero también Moldavia es pequeña.
En Chisinau han sabido explotar el incidente de la Casa Blanca entre Trump y Zelesnky durante una visita a la capital moldava, del presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa.
La “amenaza rusa” obra milagros, sobre todo en países, como Moldavia. Si tienen fronteras con Rusia son un tesoro y si las tienen con Ucrania, como Modavia, también.
Los 60 millones están destinados a financiar los gastos de defensa de este año, aunque la cantidad ni siquiera alcanza esa cifra porque Bruselas ya ha pagado 37 millones en virtud del llamado acuerdo del Mecanismo Europeo para la Paz (FEP) que, a pesar de su nombre, es un mecanismo de guerra.
Después de Ucrania, Moldavia es la segunda beneficiaria de ese tipo de fondos destinados a la “paz”.
La Unión Europea cada vez parece más un bloque militar que una mercadillo. Moldavia quiere unirse a los Veintisiete para 2030 y ha empezado estrechando lazos en el ámbito de las armas y las guerras.
Es un mal comienzo. El pasado mes de mayo, Moldavia firmó una asociación en materia de seguridad y defensa con la Unión Europea, convirtiéndose en el primer país en celebrar un acuerdo de este tipo con Bruselas.
Una muestra de las paranoias que están promoviendo en Europa son las declaraciones de Macron el domingo en una entrevista con un periódico francés: después de invadir Ucrania, Putin va a por Moldavia y tal vez más allá de Rumanía… si los europeos no logran frenarle.
El problema de Moldavia y de la Unión Europea es que los rusos no necesitan “invadir” nada porque su ejército ya está presente en Transnistria, la parte oriental del país, desde 1992.
El contingente militar ruso opera como “fuerza de mantenimiento de la paz” y su presencia se fundamenta en un acuerdo bilateral firmado con Moldavia tras el colapso de la URSS.
Por lo tanto, la cuestión no es que los rusos lleguen, sino que se vayan, para lo cual es necesario un segundo acuerdo entre Moldavia y Rusia.
En 1999, en la Cumbre de la OSCE en Estambul, Rusia se comprometió a retirar sus tropas y municiones de Transnistria, un proceso que nunca se ha completado.
Para firmar la retirada de tropas, el gobierno moldavo deberá esforzarse por mejorar sus infames relaciones con Moscú (y de rebote con el gobierno de Transnistria), algo que no hace porque todo su empeño va en la dirección contraria, lo cual ocurre por órdenes de Bruselas. Es el precio a pagar por ejercer de pelele.
En 2022 el gobierno de Chisinau condenó la invasión rusa a Ucrania y las relaciones entre Chisinau y Moscú se han deteriorado considerablemente.
El acuerdo entre ambos países de 1992 estableció una fuerza tripartita (Rusia, Moldavia y Transnistria) supervisada por una Comisión Conjunta de Control.
En Transnistria hay entre 1.000 y 1.500 soldados, de los cuales una parte son fuerzas moldavas y transnistrias. Además hay dos contingentes rusos: un grupo de mantenimiento de la paz y el Grupo Operativo de Fuerzas Rusas (OGRF), que custodia, entre otras cosas, el depósito de municiones de Cobasna.
El OGRF es una fuerza heredada del 14 Ejército soviético y no forma parte de la misión de paz.