Hay tantos beatos como dinero pongas encima de la mesa. Por eso en África, el único continente donde el catolicismo crece, no hay casi ninguno: no se pueden permitir el lujo de que el Vaticano eleve a los altares a los suyos.
Es un problema mucho más serio de lo que parece. Las religiones proliferan en los medios más atávicos e incultos, que son los propensos a creer historias sobre la magia y los milagros asombrosos de los santos.
Pero los misioneros no pueden contar a los africanos historias de héroes extraordinarios fuera de contexto, en lugares extraños, con nombres que desconocen. El Vaticano necesita santos y beatos africanos con los que sus fieles se puedan identificar.
La iconografía vaticana no sirve en África, ya que todas las imágenes existentes de dios y de Jesucristo son las del hombre blanco. Los misioneros necesitan un tipo diferente de fetiches.
El abaratamiento del precio de la santidad tendrá un efecto importante en la lucha del Vaticano contra el movimiento obrero y comunista internacional, ya que hasta ahora no se han podido crear santos en los antiguos países del este de Europa, por los mismos o parecidos motivos que en África.
No hay un precio unificado para crea un santo; depende del tipo de santo. Hay santos y santos. Sin embargo, la tarifa vaticana, la “positio”, es superior a los 6.000 euros.
En 2007 el Vaticano aprobó un reglamento, llamado “Sanctorum Mater”, que establece las reglas procesales a seguir en la fabricación de cada beato o santo.