El cambio climático está en la raíz de cualquier desgracia que le ocurra a la humanidad, como la sequía, el hambre, las emigraciones, las pandemias… Es lógico pensar que también tiene relación con la paz, la guerra y la seguridad mundiales.
Por eso la OTAN ha creado en Montreal un “centro de excelencia” sobre “cambio climático y seguridad”. Basta poner una palabra junto a la otra para hacer creer que ambos asuntos están relacionados… de alguna manera que sólo ellos son capaces de descifrar.
Como cualquier otro asunto de seguridad mundial, el cambio climático no se puede dejar en manos de esa nube de colectivos folklóricos seudoecologistas. La OTAN ha empezado a tomar cartas en el asunto. No se le escapa nada.
En la cumbre de Vilnius, los países miembros de la Alianza dieron la bienvenida al nuevo centro de la OTAN y dedicaron al asunto todo el apartado 69 del comunicado final, donde el cambio climático se convierte en una de esas “amenazas” que padecen los seres humanos y a las que los militares occidentales no pueden permanecer ajenos, como es natural.
Pero eso no es suficiente. La OTAN, dice el comunicado final, debe ponerse a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático. “Está decidida a convertirse en la organización internacional líder en la comprensión y adaptación al impacto del cambio climático en la seguridad”.
Desde hace décadas, las numerosas guerras desatadas por la OTAN han dejado las ciudades y los campos de batalla en ruinas y llenos de cadáveres, pero a partir de ahora lo harán utilizando energías limpias, que no contaminen el aire o el suelo y reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero.
La sensibilidad de los imperialistas hacia el medio ambiente es un alivio que recoforta. A partir de ahora, por fin, tendremos guerras sostenibles.