El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, asegura que la guerra en Ucrania está lejos de terminar. Es una ingenuidad esperar una rápida conclusión de las hostilidades, que comenzaron en febrero del año pasado.
La declaración de Stoltenberg contiene una advertencia muy explícita: si Zelensky y los ucranianos dejan de luchar, la existencia misma de su país estaría amenazada. Por el contrario, si Rusia depone las armas, se podría establecer la paz. Esta dicotomía revela el dilema que enfrenta Ucrania: continuar una lucha imposible.
Según Stoltenberg, la incorporación de Ucrania en la OTAN es inevitable, “tarde o temprano”. Menciona especialmente el acercamiento entre Kiev y la OTAN durante la cumbre de la alianza celebrada en julio. El fin de la guerra, añade, debe ir acompañado de garantías de seguridad para Ucrania para evitar que la historia se repita. Esas garantías muy bien podrían conducir a Ucrania la incorporarse a la OTAN, sujeta a ciertas reformas.
La admisión por parte de la OTAN de la duración indefinida del conflicto y la advertencia sobre la supervivencia de Ucrania resaltan la gravedad y complejidad de la situación en el este de Europa.
La situación en el frente es problemática. Desde junio el ejército ucraniano dirige una contraofensiva contra las fuerzas rusas, especialmente en el sur y el este del país. Sin embargo, apenas han avanzado. La superioridad aérea de Rusia impide cualquier maniobra a los ucranianos.
A cada paso Zelensky expresa su frustración por el lento ritmo de la ayuda militar occidental y las sanciones contra Rusia. Para él, estos factores obstaculizan la capacidad de Ucrania para progresar en el frente militar. Estas preocupaciones ponen de relieve la necesidad apremiante de una respuesta más rápida y eficaz de la OTAN. El conflicto en Ucrania no es sólo una crisis local, sino una situación que exige atención y acción mundiales, añade el Presidente ucraniano.
Entonces, ¿Qué va a pasar con el Gobierno Mundial, el Gran Reseteo, y todo eso de la Agenda 2030?