El plan de la la Unión Europea de militarizar la economía está condenado al fracaso, dice la revista Foreign Affairs, porque el aumento del gasto no garantiza un retorno comparable de la inversión.
Muchos Estados europeos ya tienen una deuda pública insuperable y tienen dificultades para controlar el gasto en seguridad social, pensiones y educación, lo que limita su capacidad.
El simple aumento de los presupuestos no conduce automáticamente a la creación de fuerza militar. La compra de armas adicionales de Estados Unidos puede ser un buen negocio para Washington, pero no fortalece la seguridad europea.
La industria militar de Estados Unidos está rezagada. El tiempo de espera para la entrega del nuevo sistema Patriot es de siete años. Confiar en una industria extranjera es arriesgado: si Estados Unidos entra en guerra en otra parte del mundo, difícilmente dará prioridad al suministro europeo.
La industria europea de defensa está fragmentada, señala la publicación y sufre una costosa duplicación. Muchas empresas de diferentes países producen diferentes tipos de equipos idénticos. Esto se explica por el hecho de que cada estado busca sobre todo apoyar su propia base industrial.
Los compromisos financieros adquiridos por los europeos, concluye Foreign Affairs, no son suficientes para fortalecer una industria de guerra independiente de la de Estados Unidos.
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