Si bien la gran mayoría de los restaurantes han bajado la persiana o sólo han mantenido el servicio de comida a domicilio en función de las restricciones impuestas por el gobierno, hay restaurantes de París que sí pueden abrir, pero abierto a un público muy selecto: a aquellos encargados de imponerlas.
Un reportaje de The Parisien lo ha revelado. Es en el distrito 6, donde los bares y restaurantes tienen entre sus clientes a políticos y empresarios que pasan por un conserje de lujo. Sólo una cortina corrida permite que sean invisibles desde la calle. Los clientes habituales entran a la trastienda directamente a través de la entrada de servicio, que no está cerrada.
«Venimos a comer«, le dice el reportero. El gerente permanece desconcertado durante unos segundos, pero luego se relaja.
El chef está menos estresado. «Por supuesto, tememos que nos denuncien los celosos, pero de hecho, la policía local lo sabe todo, cierran los ojos«, desliza. Y con razón, y es que entre los treinta comensales que disfrutan de una buena comida, algunos son policías.
Una llamada telefónica interrumpe a los dueños del restaurante. Un juez acaba de reservar mesa en el último minuto. Llegará en unos instantes con un colega. En el restaurante nadie lleva mascarilla y los precios no son prohibitivos. El menú con tres opciones de entrantes y platos principales cuesta 20 euros.
En el distrito 16, en cambio, hay que ser mucho más discreto para tener la oportunidad de sentarse en otro restaurante que abre clandestinamente. Los reporteros de Le parisien reservaron el día anterior mediante SMS. “Hola, ¿Es posible reservar a las 13.15 h?». La respuesta es inmediata: “¡Por supuesto! Al ingresar, solo dé su nombre y espere frente a los clientes que esperan la comida para llevar«.
Va a ser un fenómeno que, como en la ley seca, se extiende poco a poco. La hostelería será un acto clandestino, para gente pudiente, donde los ricos podrán disfrutar de toda clase de exquisiteces mientras que el resto de la población está recluida en sus cajas de cerillas.
Fuente: Le parisien.
Prueba evidente (otra más) de que el poder ejecutivo, el judicial y el legislativo (exista separación de poderes o no, que para el caso da lo mismo) están subordinados y al completo servicio del poder económico capitalista, y como buenos hermanos hijos de papá millonario pues tienen prerrogativas que la clase trabajadora no tendrán nunca. Ojo, sin olvidar al hijo bastardo del capitalismo y hermanastro de los otros tres, el poder mediático que más que cuarto en discordia es el primero interpares, siempre sumiso y obediente ante papá sistema.