150 años de la fundación de la Primera Internacional (10)
La guerra estalló de un modo completamente inesperado. Ni los obreros franceses, ni los obreros alemanes se encontraban en situación de impedirla. Algunos días después de la declaración de guerra, el Consejo general hizo pública una proclama escrita por Marx. Comenzaba por una cita del Llamamiento fundacional de la Internacional, en la cual se condenaba «la política exterior que se apoya en los prejuicios nacionales, persigue designios criminales y derrocha la sangre y los bienes de los pueblos en guerras de rapiña».
Seguía una requisitoria contra Napoleón III. Marx describía sucintamente la lucha de este último contra la Internacional, que se reforzó cuando los internacionalistas franceses iniciaron una campaña en contra suya. Sea cual sea el modo en que termine la guerra, añade Marx, el II Imperio está condenado. Finalizará como comenzó, por una parodia. Pero todos los gobiernos europeos son culpables. Es preciso no olvidar que son los gobiernos y las clases dominantes de Europa quienes, durante 18 años, han ayudado a Bonaparte a representar la comedia de la restauración del Imperio.
Sin embargo, Marx dirige los golpes más violentos contra su propia patria. Para los alemanes, la guerra actual, dice, es una guerra defensiva. Pero, ¿quién ha situado a Alemania en la necesidad de defenderse? ¿Quién ha dado a Napoleón III la tentación de atacar a Alemania? Prusia. Prusia firmó un acuerdo con Napoleón III contra Austria. Si Prusia hubiera sido vencida, Francia con sus tropas habría invadido Alemania. Ahora bien, ¿qué ha hecho Prusia tras su victoria sobre Austria? En lugar de oponer a la Francia sojuzgada una Alemania libre, no solamente ha conservado intacto el régimen prusiano, sino que le ha añadido los rasgos característicos del régimen bonapartista.
En seis semanas, más o menos, el ejército regular francés fue derrotado plenamente y, el 2 de septiembre, Napoleón III capituló con su ejército en Sedán. El 4 de septiembre fue proclamada en París la República. Contrariamente a la declaración de Prusia, que afirmaba que únicamente combatía al Imperio, continuaron las hostilidades. Tuvo lugar entonces la segunda fase de la guerra, la más larga y la más dura.
Inmediatamente después de la proclamación de la República en Francia, el Consejo General publicó su segundo manifiesto sobre la guerra. Este manifiesto, escrito igualmente por Marx, es, por la profundidad del análisis de la situación del momento y la agudeza de la visión histórica, una de sus obras más geniales. Lo firmó en calidad de secretario del Consejo General no solamente para Alemania, sino también para Rusia, pues poco antes se había constituido en Suiza una sección rusa de la Internacional que había pedido a Marx que fuera su representante en el Consejo General.
En su primer manifiesto Marx predijo que esta guerra se terminaría con la caída del II Imperio. El segundo manifiesto comienza recordando esta predicción. Pero no se había mostrado menos justificada la crítica que Marx había realizado anteriormente de la política prusiana. La guerra de Prusia se había transformado en guerra contra el pueblo francés. Bastante antes de la capitulación de Sedán, desde que se había mostrado como evidente la disgregación del ejército francés, la corriente militar prusiana se había pronunciado por una política de conquista. Marx critica igualmente sin piedad la conducta hipócrita de la burguesía liberal alemana. Sirviéndose de las indicaciones de Engels que, en cuanto especialista, seguía atentamente la marcha de la guerra y que en la primera quincena de agosto había predicho ya la catástrofe de Sedán, Marx analiza los argumentos militares con los que Bismarck justificaba la anexión de Alsacia y Lorena.
Pronunciándose categóricamente contra toda anexión, afirma que una paz basada en la violencia conduciría a resultados diametralmente opuestos a los que se esperaban de ella. La consecuencia de esta paz sería una nueva guerra. Francia querría recuperar sus pérdidas y, con este fin, buscaría la alianza con Rusia. Y de este modo la Rusia zarista, que había perdido su hegemonía tras la guerra de Crimea, se convertiría de nuevo en la dueña de los destinos de Europa. Este pronóstico genial, que es una de las pruebas prácticas más deslumbradoras de la justeza de la concepción materialista de la historia, termina con las siguientes palabras:
«Los patriotas alemanes creen seriamente garantizar de un modo efectivo la paz y la libertad de Alemania, arrojando a Francia a los brazos de Rusia. Si la fortuna de las armas, la borrachera de la victoria y las intrigas dinásticas conducen a la expoliación de territorios franceses, sólo quedan abiertos dos caminos para Alemania. O bien ésta se convertirá en el instrumento consciente de los planes de conquista prusianos, política conforme a la tradición de los Hohenzollern; o bien, al cabo de un lapso de tiempo muy corto, deberá prepararse para una nueva guerra ‘defensiva’; pero esta guerra no será una guerra ‘localizada’, será una guerra de razas, una guerra con eslavos y latinos aliados. Esta es la paz que ‘garantizan’ a Alemania los obtusos patriotas burgueses».
La predicción se cumplió al pie de la letra.
El manifiesto finaliza con la exposición de las tareas políticas que en dicho momento se imponen a la clase obrera. Exhorta a los obreros alemanes a exigir una paz honrosa y al reconocimiento de la República francesa. A los obreros franceses, que se encontraban en una situación aún más embarazosa, Marx aconseja vigilar a los republicanos franceses y utilizar el régimen republicano para desarrollar rápidamente su organización de clase y obtener su emancipación.