Tal operación se llevaría a cabo de forma conjunta con Turquía y Bahrein. Ayer Mevlut Cavusoglu, ministro turco de Asuntos Exteriores, confirmó el anuncio: “Si existe una estrategia, entonces Turquía y Arabia saudí podrían participar en una operación terrestre”, afirmó, a su regreso de la conferencia sobre seguridad en Munich, donde evidentemente se ha tratado el asunto.
“Algunos dicen que Turquía es reticente a tomar parte en la lucha contra el Califato Islámico. Pero ha sido Turquía quien ha hecho las propuestas más concretas”, ha destacado Cavusoglu, citado en los diarios Yeni Safak y Haberturk. ¿Cuáles son estas propuestas concretas? El ministro no lo aclara.
Mientras tanto, en una sesión de la Asamblea, el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian habló de un “refuerzo de la cooperación” entre París y Ankara en materia de “investigación contra las redes de los grupos terroristas”. Y ha recordado que Turquía “pone sus bases militares a disposición de la coalición y contribuye al entrenamiento en su territorio de la oposición siria”.
Uno de los puntos negros es la seguridad de la frontera turca con Siria, que el ministro francés quiere reforzar, y que ha sido, por otra parte, “objeto de largas discusiones”, ha dicho a los diputados:
“Soy consciente […] de que la aviación turca interviene contra el Califato Islámico de manera minuciosa, pero también contra los kurdos del YPG, quienes igualmente atacan al Califato Islámico fuertemente y con mucho éxito […] Esta situación nos obliga a intentar hablar con todos los interlocutores. Por ello tenemos relaciones con el YPG y los turcos lo saben”, explicó Le Drian.
El jefe de la diplomacia turca anunció que Arabia saudí, “convertida en uno de los más estrechos aliados de Turquía”, enviará aviones de combate a la base aérea de Incirlik, la misma en donde han estado desplegados los A-10 Thunderbolt II estadounidenses y los Tornados ECR alemanes.
“Los responsables saudíes han llegado y han realizado un reconocimiento de la base. Por el momento, no está claro cuántos aviones serán desplegados”, ha afirmado Cavusoglu.
El sábado de la semana pasada Bahrein anunció que se uniría al despliegue de fuerzas terrestres en Siria, junto a saudíes y turcos.
También es importante consignar unas palabras del Primer Ministro francés, Manuel Valls, a la prensa alemana en respuesta a las de Medvedev sobre la Tercera Guerra Mundial. Después de asegurar que Francia no enviará fuerzas terrestres a Siria, matiza: “Actualmente las operaciones militares en Irak y Siria las lleva a cabo una coalición de varios países que forman tropas locales y las aconsejan. La ofensiva terrestre de esas tropas locales -y también de ciertos países árabes si quieren hacerlo- es decisiva”.
Francia vuelve a dar muestras de incoherencia. Para él la invasión de Siria por parte de Turquía, Arabia saudí y Bahrein no es una agresión militar contra un país extranjero. No sólo no se opone a ello sino que dice que puede resultar “decisiva”. Pero, ¿para quién?
La respuesta la dio el sábado de la semana pasada el ministro sirio de Asuntos Exteriores, Walid Muallem, dijo que cualquier operación terrestre en Siria sin el consentimiento del gobierno de Damasco sería considerado como “un acto de agresión”.
En efecto, a pesar de la retórica que alude al Califato Islámico como si fuera un fetiche, es harto evidente que una ofensiva terrestre en Siria de estos tres países no tiene otro objetivo que el gobierno de Bashar Al-Asad. En el caso de Turquía, su objetivo es, además, la resistencia kurda.
Pero a diferencia de las invocaciones imperialistas, turcas y saudíes acerca del Califato Islámico, los rusos han aclarado que su operación militar en Siria está dirigida contra todas aquellas fuerzas armadas que combaten al gobierno de Damasco, por lo que un ataque terrestre saudí, turco y bahreiní es un declaración de guerra contra Rusia.
No cabe olvidar que la guerra de Siria es un choque dentro de ciertos límites pactados, aunque sea de manera implícita. Sin embargo, nadie puede estar seguro de que esos límites no se van a quebrar. Sobre todo Rusia. Para desplegar su aviación en Siria, Rusia ha advertido a Estados Unidos, Arabia saudí y Turquía de que no va a consentir que entreguen misiles antiaéreos al Califato Islámico, el Frente Al-Nosra ni ninguna otra milicia enfrentada al gobierno.
Por si acaso, al mismo tiempo que negociaba un alto el fuego en Munich, Rusia envió a Siria los nuevos Sujoi-35S, preparados para eludir misiles antiaéreos de cola, demostrando que no se fía de que esos tres países no den un paso adelante, otro más, en el equipamiento de los yihadistas.
Al fin y al cabo hay que hacer caso a lo que dice el portavoz saudí del Ministerio de Defensa: una invasión terrestre de Siria estaría dirigida por Estados Unidos. Ya lo sabíamos, pero es bueno que así se reconozca públicamente. Cuando Medvedev, el Primer Ministro ruso, habló de una guerra mundial derivada de una escalada bélica en Siria, no exageraba ni un ápice.
Es más, en su entrevista a la prensa alemana, además de Turquía y de Arabia saudí, Medvedev hablaba de “los americanos”, y la respuesta de esos “americanos” llegó de la mano de la misma prensa alemana: “La pretensión saudí de enviar tropas terrestres a Siria ha obligado a Estados Unidos a replantearse su apoyo a Riad”, escribió Die Welt.
En otras palabras, Estados Unidos no quiere que las aventuras saudíes les comprometan. Washington se retira de Oriente Medio, dejando a la región llena de huérfanos, incapaces de hacer nada por sí mismos. Países como Turquía o Arabia saudí, e incluso potencias como Francia, quieren pero no pueden. Es un caso de impotencia tanto como de torpeza. Ambicionan objetivos que no pueden alcanzar, y menos por sus propias fuerzas. Sobre todo si tienen frentes abiertos, como Yemen, que son incapaces de cerrar.