‘La gente como nosotros nunca se rinde’ (la lucha de los estibadores de Trieste contra el pasaporte de vacunas)

El 15 de octubre entró en vigor en Italia la obligación de que los trabajadores presenten una prueba de vacunación o un test negativo de coronavirus, que deben repetir cada 48 horas, pagado de su bolsillo.

En Italia no se ha vacunado el 29 por ciento de la población, un porcentaje que entre los estibadores portuarios de Trieste sube al 40 por ciento.

Ante la amenaza de huelga, los sindicatos amarillos, como la CGIL, CISL y UIL, propusieron un compromiso, que fue aceptado por el gobierno: las pruebas de coronavirus que se deben realizar cada 48 horas serían gratuitas.

Los trabajadores rechazan la oferta: “Los estibadores reafirmamos y dejamos claro que nada de esto conducirá a un acuerdo, mientras no se levante la obligación de trabajar con el pase verde, no sólo para los trabajadores portuarios sino para todas las categorías de trabajadores”.

Entonces los sindicatos amarillos difunden una nota conjunta, poniendo de manifesto su política policial: exigen que “se libere el puerto”. Hay que garantizar las expresiones legítimas de disidencia, aunque con una condición: las huelgas no deben impedir que un puerto y una ciudad “sigan generando ingresos y perspectivas de futuro”.

Los estibadores en huelga no obedecen ni a la policía ni a los sindicatos. El sábado los trabajadores se reunen a la entrada del muelle del puerto de Trieste y a ellos se suman muchos vecinos de la ciudad, hasta alcanzar un multitud de miles de personas.

Hace seis años Stéfano Puzzer (“Ciccio” Stéfano, el Gordo Stéfano, que aparece en la foto de portada) y otros estibadores organizaron la Coordinadora de Trabajadores Portuarios. Su primera victoria fue transformar a Trieste en una zona franca, libre de derechos de aduana, gracias a la aplicación del Anexo VIII del Tratado de Paz de París de 1947.

A medida que avanza la jornada, muchas personas se van sumando a la manifestación contra el pasaporte de vacunas. También llegan trabajadores y vecinos de las regiones próximas, hasta llegar a 8.000 ó 15.000 personas, según las fuentes.

El sábado por la noche la Coordinadora publica un comunicado de prensa anunciando el fin de su huelga. La demostración de fuerza ha sido suficiente. Podría haber terminado con un éxito mediático y sin represalias judiciales, porque no se llegó a bloquear del puerto, ni en Trieste ni en otros centros de trabajo de Italia.

No todos aceptan el final de la lucha. Sobre la marcha salta una polémica y Puzzer se retracta. Dice que se había equivocado y que había leído un borrador. En las redes sociales publica un mensaje indicando que la manifestación continua y, además, dimite de su cargo al frente de la Coordinadora. Lo anuncia en Facebook: “Estaré en huelga hasta el día 20, pero sólo volveré a trabajar cuando se retire el pase verde”. También lanza la consigna: “La gente como nosotros nunca se rinde”.

El lunes la policía comienza a evacuar el puerto hacia las 10 de la mañana. Un muro de antidisturbios con dos camiones se interpuso entre una puerta y los manifestantes, que se sentaron en el suelo frente a la línea de policía. Corean “libertad, libertad”. Los estibadores portuarios, reconocibles por sus chalecos amarillos, forman un cordón entre la policía y los manifestantes para evitar enfrentamientos.

Al final la policía carga contra los manifestantes utilizando cañones de agua, pero también gases lacrimógenos. Puzzer, entre lágrimas, se sienta en el suelo. “Estoy triste”, dice, cogiendo la mano de un manifestante. “Tenemos que hacer que Italia entienda que esto no puede seguir así. No estoy desesperado, sino triste por toda esta gente, porque somos responsables de toda esta gente”. Ante las cámaras de los periodistas presentes, Puzzer siguió llorando y el vídeo ha dado la vuelta a Italia.

Tras una estampida generalizada, los manifestantes huyen de las cargas policiales y se trasladan hacia el centro de la ciudad. Algunos resultan heridos. Unos 150 estibadores permanecen frente a la puerta de entrada al puerto, bloqueando la vía de acceso.

Tras una marcha improvisada por las calles de la ciudad, vigilados por la policía, los manifestantes se detienen en la Plaza Unità d’Italia. Puzzer intervino: “Debemos seguir siendo pacíficos hasta el final, tenemos derechos que hay que respetar y no por la fuerza, como nos han demostrado esta mañana. Había niños, familias, nos atacaron y no tengo palabras, nunca lo hubiera esperado”.

Por la tarde el prefecto Valerio Valenti recibe a Puzzer y a otros dos miembros de la Coordinadora. Previamente había declarado que la huelga era delectiva: “Si no bloquean la entrada, se cometerá el delito de manifestación no autorizada, si bloquean, se cometerá el delito de interrupción de un servicio público, que es mucho más grave”.

Antes de entrar a la reunión, Puzzer se dirige a la multitud: “No podemos estar aquí sentados al sol todo el día”. Recelosos, algunos de los participantes en la concentración le replican: “Sí, podemos. Incluso toda la noche”.

La multitud espera en la calle el resultado de la reunión con el prefecto. Al salir Puzzer vuelve a coger el megáfono y transmite las reivindicaciones que ha expuesto: quieren ser recibidos por el gobierno para exponerle su exigencia de que el pasaporte sanitario sea derogado.

Por su parte, el prefecto se compromete a garantizar que la policía no atacará a los manifestantes en la plaza. El gobierno enviará a Trieste a un ministro. La reunión tendrá lugar el 23 de octubre.

“He comunicado nuestra intención de permanecer aquí hasta que el gobierno responda. Nunca nos rendiremos”, repitió Puzzer, pero había que evacuar la Plaza y los manifestantes podrían trasladarse al puerto viejo, donde casi no molestan.

Mientras, en sus despachos la policía repasa las fotos de los manifestantes para incriminarles por diversos delitos y engrosar sus ficheros.

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