Habitualmente la esperanza de vida se utiliza como indicador del progreso, el bienestar y el buen funcionamiento una sociedad. Pues bien, los estadounidenses viven casi cinco años menos que la media de los países más desarrollados. Por ejemplo, con una esperanza de vida de 76 años, los estadounidenses viven menos que los chinos. Las poblaciones japonesa, italiana y española tienen una esperanza de vida de unos 84 años.
La esperanza de vida ha descendido en Estados Unidos en seis de los últimos siete años; entre 2014 y 2022 se han perdido casi tres años de esperanza de vida. La última vez que la esperanza de vida cayó varios años consecutivos fue durante la Primera Guerra Mundial, dice el Financial Times (*).
La causa fundamental de la morbilidad en Estados Unidos es el aumento de la obesidad, aunque hay otras, como el negocio de la sanidad. Más del 40 por cien de los adultos estadounidenses son obesos, y la cifra sigue aumentando. Más de la mitad de los adultos estadounidenses padecen una enfermedad crónica, la mayoría de ellas asociadas a la obesidad: diabetes, hipertensión y enfermedades cardíacas.
Son los mismos factores que explican, al menos en parte, la tasa de mortalidad anormalmente alta durante la pandemia. Casi dos tercios de los estadounidenses que fueron hospitalizados con un diagnóstico de “covid” tenían al menos una enfermedad previa.
En una audiencia en el Congreso, un general del Cuerpo de Marines declaró que 2021 fue “el año más difícil de la historia del reclutamiento”, principalmente porque los jóvenes estadounidenses no son capaces de superar las pruebas físicas del ejército.
Las corrientes reformistas quieren integrar la obesidad en la sociedad estadounidense, como si fuera un fenómeno normal. El pretexto es el de no discriminar a los gordos. La sociedad debe aceptar la obesidad con naturalidad, como si fuera algo que las personas pueden elegir libremente. Forma parte de la “diversidad social”.
Por el contrario, la obesidad es consecuencia de uno de los grandes emblemas del “estilo de vida americano”, la comida basura, que a su vez es consecuencia de la pobreza. Las zonas más pobres de Estados Unidos se denominan, con razón, “desiertos culinarios” porque la comida sigue siendo un privilegio de los que más tienen, mientras la comida basura es barata.
Los comedores escolares se encargan de que los malos hábitos nutricionales arraiguen desde la infancia.
El problema en Estados Unidos tiene que ver tanto con la falta de prevención como con el acceso a una atención médica privada. No hay sanidad, excepto para quien se la pueda pagar, debiendo tener en cuenta que es una de las más caras del mundo.
Los enfermos que pueden contratar un seguro privado se pelean con las aseguradoras desde la cama de hospital o para que les paguen tal o cual tratamiento.
(*) https://www.ft.com/content/6ff4bc06-ea5c-43c4-b8f7-57e13a7597bb
Como ya apuntaba Hipócrates ‘Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina…’, unido a modos de vida sedentario principalmente en zona urbanas o muy habitadas, la exposición prolongada a distintos entornos, disruptores endocrinos hasta contaminación no ionizante, tratamiento génico experimental (aunque hasta donde sé de primera mano, hubo un rechazo significativo de la población a someterse al experimento), la FDA es una de las organizaciones más corruptas y con más sombras desde su creación (aunque a día de hoy, considero que ya lo han igualado otras), ciertamente es un problema endémico de las zonas más pobladas de Estados Unidos…
Cito al biofísico Andreas Kalcker, en su libro «Salud Prohibida» (8º edición de 2019):
«
La nutrición industrial aporta muchas toxinas químicas que el cuerpo no
sabe cómo digerir o eliminar, y por lo tanto le quedan dos opciones:
1. la eliminación a través de la oxidación
2. encerrándolas en células de grasa, utilizando el colesterol.
»
Es decir, que son los tóxicos químicos entrando en el cuerpo (seguramente no sólo por la alimentación) los grandes causante, según este autor, de la obesidad.
Personalmente creo que tiene sentido desde el momento que antaño era común ver personas muy comilonas (carnes rojas, grasas, cervezas y demás) que no desarrollaban una obesidad especialmente notoria.
Así pues, son las corporaciones, no sólo las alimentarias, sino también las farmacéuticas y muchas otras cuyos tóxicos entran en nuestro cuerpo, las causantes de esa plaga de obesidad.
A pesar de ello el Sistema, por medio de sus púlpitos mediáticos, no pierde oportunidad de, en esto como en casi todo, culpar a las víctimas (nosotros) por nuestra obesidad.