Nadie ha sido capaz de infligir tanto daño a la economía israelí como el propio gobierno de Israel. Ni siquiera la campaña BDS. La economía israelí ha llegado a un callejón sin salida, sin perspectivas, mientras el Estado sigue imponiendo el apartheid.
Cuando los manifestantes israelíes levantaron un enorme cartel con el lema del BDS “De un país emergente a un país roto”, fue una violación de los derechos de autor. Pero eso fue en febrero del año pasado, después del 7 de octubre.
El ataque genocida de Israel contra Gaza, que ha matado a más de 40.000 palestinos, entre ellos más de 15.000 niños, bien podría condenar a más de 146.000 palestinos más en Gaza a morir en los próximos meses debido a complicaciones de salud relacionadas con lesiones, hambre y enfermedades. La guerra ha destruido las vidas de 2,3 millones de personas en la Franja de Gaza y miles más en la ocupada Cisjordania. Las estimaciones de la ONU indican que el 70 por cien de las viviendas han sido destruidas y que tardarán 15 años en eliminar los escombros. Sin embargo, no hay duda de que los supervivientes palestinos del genocidio, aunque traumatizados, empobrecidos y afligidos por la pérdida de sus seres queridos, acabarán reconstruyéndose y recuperándose, sin importar cuánto tiempo lleve.
La destrucción física en Israel causada por la guerra es mínima y, sin embargo, una cosa ha sido destruida: el futuro del país. Los indicadores económicos hablan de una verdadera catástrofe. Más de 46.000 empresas han quebrado, el turismo se ha paralizado, la calificación crediticia de Israel ha bajado, los bonos israelíes se venden a niveles cercanos a los bonos basura y la inversión extranjera, que ya había caído un 60 por cien en el primer trimestre del año pasado (debido a las políticas del gobierno de Tel Aviv antes del 7 de octubre), no muestran signos de recuperación.
La mayoría de los fondos invertidos en fondos de inversión israelíes se han desviado hacia inversiones en el extranjero, porque los israelíes no quieren que sus propios fondos de pensiones, seguros o ahorros estén ligados al destino del Estado de Israel. Eso ha conducido a una sorprendente estabilidad en el mercado de valores israelí, ya que los fondos invertidos en acciones y bonos extranjeros generaron ganancias en moneda extranjera, que se multiplicaron por el aumento del tipo de cambio entre las monedas extranjeras y el shekel israelí. Pero luego Intel canceló un plan de inversión de 25.000 millones de dólares en Israel, la mayor victoria de BDS hasta la fecha.
Todos esos indicadores son financieros, pero la crisis afecta más profundamente a los medios de producción de la economía israelí. La red eléctrica, que en gran medida ha hecho la transición al gas natural, todavía depende del carbón para satisfacer la demanda. El mayor proveedor de carbón de Israel es Colombia, que anunció que suspendería las entregas mientras continúe el genocidio. Después de Colombia, los dos mayores proveedores son Sudáfrica y Rusia.
Sin electricidad fiable, Israel no podrá pretender ser una economía desarrollada. Las granjas de servidores no funcionan sin energía las 24 horas, y nadie sabe cuántos cortes de energía podría soportar la alta tecnología de Israel. Las empresas tecnológicas internacionales ya han comenzado a cerrar sus sucursales en Israel.
La reputación de Israel como una país emergente depende de su sector tecnológico, que, a su vez, depende de una mano de obra altamente cualificada. La investigación conjunta con universidades extranjeras ha disminuido drásticamente debido a los esfuerzos de los movimientos estudiantiles. Los periódicos israelíes están llenos de artículos sobre el éxodo de la mano de obra cualificada.
La economía israelí depende de 300.000 personas (el personal directivo de universidades, empresas de tecnología y hospitales). Una vez que una porción significativa de esa gente se vaya, Israel no se convertirá en un país del Tercer Mundo, sino que dejará de existir.
Los datos sobre el número real de israelíes que abandonan el país son confusos. Mientras los periódicos israelíes intoxican sobre una ola mundial de antisemitismo, como si los judíos estuvieran en peligro en Europa o América del Norte y no en Israel, muchos israelíes optan por emigrar. Las familias prolongan sus vacaciones, a veces indefinidamente. Los israelíes exploran opciones de trabajo y estudio en el extranjero. Sin embargo, las estimaciones sobre el número de israelíes que ya han abandonado el país varían ampliamente.
El único sector de la economía israelí que no muestra signos de colapso es el del armamento, donde las ventas van en alza. Por el contrario, los buitres de las multinacionales se apiñan ante los cadáveres del sector tecnológico y compiten por gangas. Incluso Google ha expresado interés en comprar la empresa de ciberseguridad Wiz, fundada por el espionaje israelí, que está ansioso por vender su empresa para poder huir de Israel.
Los economistas esperan que el gobierno de Tel Aviv tome medidas urgentes para abordar la crisis, poner fin a la guerra, recortar el gasto público, aumentar los impuestos y reparar las relaciones exteriores, particularmente con los países de los que depende para el comercio: la Unión Europea, Turquía y Colombia.
En el 76 aniversario de la fundación del Estado Israel, el periódico Haaretz publicó un editorial con el titular “¿Sobrevivirá Israel para celebrar su centenario?” La respuesta es negativa. El proyecto sionista ha llegado a su fin. Cuando una masa de israelíes esté convencida de que el apartheid se ha vuelto insostenible, no aceptarán invertir, ni arriesgar sus vidas y las de sus familias por el proyecto sionista. Buscarán un futuro mejor, como lo haría cualquier persona en su sano juicio, ya sea abandonando Israel o, mejor aún, trabajando por un nuevo Estado palestino.
—https://mondoweiss.net/2024/07/the-end-of-israels-economy