Cualquiera que sea el final de la Guerra de Ucrania hay dos fenómenos que no van a terminar. Uno son las sanciones económicas y el otro los sabotajes. Como en la Guerra de Chechenia, al final el terrorismo será la guerra de la guerra por otros medios, con los mismos protagonistas.
Los precedentes se remontan a 1945: tras Segunda Guerra Mundial, la lucha de los soviéticos contra los nazis siguió en el frente oriental durante más de diez años en forma de guerra de guerrillas y sabotajes. Los nazis ucranianos habían cambiado de jefe. Ya no era el III Reich sino Estados Unidos.
Los sabotajes seguirán, independientemente de los acuerdos formales que puedan producirse, o de la eventual toma del control de toda Ucrania por Rusia porque ese es el plan de Estados Unidos y la OTAN desde el Golpe de Estado de 2014 en Kiev.
No hará falta de decir que, lo mismo que en la Guerra de Chechenia, el teatro de operaciones no será Ucrania, sino Rusia y que el tratamiento informativo del terrorismo será el consabido: se trata de opositores a Putin que no han aceptado someterse a y siguen luchando por la liberación de Ucrania.
El plan inicial de la OTAN contaba con una rápida victoria del ejército ruso en pocas semanas y el inicio de la hostilidades en la retaguardia. Los británicos adiestraron al ejército ucraniano en operaciones de comandos, como la reciente de Mariupol o la del puente de Kerch.
Tanto para los sabotajes como para el Golpe de Estado de 2014, la OTAN recurrió a los nazis. Su caudillo, Stepan Bandera, fue reconocido como “héroe de Ucrania” por el Presidente Viktor Yushchenko cuando dejó el cargo en 2010. Las hordas nazis se incorporaron al ejército regular y, sobre todo, a la Guardia Nacional.
En 2011 el título de Bandera fue revocado por el nuevo presidente Viktor Yanukovich, que luego fue derrocado por el Golpe de Estado, en el que los nazis desempeñaron un papel protagonista.
Cuando Putin dice que el objetivo militar del ejército ruso es la desnacificación de Ucrania, sabe de lo que habla, sabe que la tarea va a ser larga y que va a tener muchos escenarios. Lo mismo que Bandera fue ejecutado en Munich, los nazis ucranianos van a ser perseguidos implacablemente allá donde se escondan. Dentro y fuera de Ucrania, dentro y fuera de Rusia.
Hablando de la guerra de Ucrania, hace dos días el comandante ruso Alexander Khodakovsky reconoció a la cadena de TV. Russia-1 que su país no puede “derrotar al bloque de la OTAN” en Ucrania sin usar armas nucleares. El comandante ha explicado que Moscú tiene unos recursos limitados para enfrentar a Occidente y que la única forma de enfrentarlo pasa por apretar el botón nuclear.
“No tenemos recursos para derrotar al bloque de la OTAN con medios convencionales. Pero para eso tenemos armas nucleares”, ha explicado Kodakovski a la televisión estatal.
Empiezan ya a comprender la enorme superioridad técnica del armamento militar Occidental enviado a Ucrania, y como es de esperar se llenan la boca «ladrando» otra vez sobre el tema nuclear.
Ahora a ver como de valiente es Putin y si se atreverá a usar armamento nuclear en Ucrania, después de la firme amenaza de EEUU de echarlos de Ucrania y Crimea y destruirles su entera flota del mar negro en el caso de que eso sucediese.
El lenguaje de la fuerza parece ser aquí lo único que entiende Putin.