En Europa no hace falta predicar el decrecimiento. El continente ha perdido peso en el mundo y la industria ha perdido peso en el continente. La industria se contrajo más de 10 puntos porcentuales, del 25 al 15 por cien de la producción mundial.
Las políticas “verdes” pueden dar la puntilla a la industria europea y, de paso, a la misma Europa.
En febrero más de 840 empresas y 350 asociaciones instaron a la Unión Europea a adoptar una política industrial de apoyo que pueda lograr que sea competitiva y atractiva para la inversión. En la patronal la llaman la Declaración de Amberes y, a veces, el Acuerdo Industrial Europeo.
Tras las sanciones a Rusia, la industria europea ha dejado de ser competitiva y los monopolistas tratan de impedir la deslocalización a países donde el coste de la electricidad sea más bajo y, de rebote, evitar una profunda recesión económica.
Por primera vez desde el inicio de la pandemia, Europa importa más capital del que exporta, alcanzando un nivel 2,5 veces superior al del período anterior a 2020 (una disminución de 65.100 millones de euros frente a 26.300 millones de euros). En el cuarto trimestre de 2022 la fuga de capitales volvió a aumentar 3,3 veces hasta alcanzar los 216.500 millones de euros.
Ahora bien, son los capitalistas europeos los que exageran la desindustrialización y la deslocalización para lograr más subsidios públicos para las industrias intensivas en energía y el complejo militar-industrial, así como para garantizar el apoyo de Bruselas en la guerra comercial con Estados Unidos.
La desindustrialización va de la mano del desarrollo de nuevas tecnologías, donde los países de la Unión son fuertes: cuántica, navegación, biotecnología y robótica. En 2022 se crearon 194 empresas de inteligencia artificial en la Unión Europea, por delante de China, Reino Unido e India.