150 años de la fundación de la Primera Internacional (5)
La discusión terminó con un acuerdo de compromiso. En 1865 no se convocaría un congreso, sino una conferencia, que tuvo lugar en Londres. Se leyeron principalmente diversos informes, y se elaboró el orden del día del futuro Congreso. Suiza, Inglaterra, Bélgica y Francia estuvieron representadas en la conferencia. La situación no era brillante. Se decidió convocar el Congreso en mayo de 1866.
En Alemania, donde ya existía la Unión obrera general, los asuntos también marchaban mal. Lassalle había muerto en duelo el 30 de agosto de 1864, y, conforme a los Estatutos de la Unión, había sido reemplazado en la presidencia por Bernard Becker, persona muy poco capaz. Mucho mayor era la influencia de Schweitzer, redactor del órgano central de la Unión, «El Socialdemócrata». Entre este último y W. Liebknecht, que formaba parte de la redacción, surgieron profundas divergencias sobre cuestiones de política interior. Marx y Engels, que habían aceptado colaborar en el periódico, renunciaron públicamente a seguir colaborando. La táctica de Lassalle presentaba fallos considerables y se permitía procedimientos inadmisibles en sus relaciones con el gobierno reaccionario. Schweitzer fue todavía más lejos. Insertó en su periódico una serie de artículos condescendientes respecto a Bismark. Liebknecht, viejo revolucionario, no podía adaptarse a estas condiciones, y lanzó contra Schweitzer a sus amigos y maestros. De este modo, Schweitzer se vio obligado a separarse de Liebknecht, a cuyo lado se habían colocado Marx y Engels. El partido de Schweitzer fue denominado entonces por los antiguos militantes clandestinos, partido bismarckiano.
En el momento en que se reunía la Conferencia de Londres, los amigos de Marx en Alemania no poseían ya ningún órgano y estaban tratando de crear su propia organización. En cuanto a los seguidores de Lassalle, no querían, en esta época, ni oir hablar de la Internacional. El resultado de esta escisión fue que, durante los primeros años, los alemanes no participaron en la Internacional, salvo a través de los antiguos emigrados que residían en Inglaterra y en Suiza.
Los informes de la Conferencia de Londres mostraban que las finanzas de la Internacional se encontraban en un estado lamentable. A lo largo de todo el año, sólo habían recaudado unos 750 francos. Todas las operaciones de tesorería, todos los gastos durante este año sumaban alrededor de 33 libras esterlinas. Con tal cantidad era difícil plantearse realizar cosas de importancia. Apenas se tenía para pagar el local y responder a los gastos urgentes.
Las discusiones sobre el orden del día resucitaron las divergencias de puntos de vista que habían surgido ya entre los franceses establecidos en Londres y aquellos que representaban a la organización del interior. Estos últimos, en esta época, no querían plantear la cuestión de la independencia de Polonia porque se trataba de un asunto puramente político. En el lado opuesto, los emigrados franceses, apoyados por algunos ingleses, insistían en que se inscribiera en el orden del día un punto sobre la religión, y exigían una lucha implacable contra la superstición religiosa. Marx se pronunció en contra de esta propuesta. Consideraba que, dado el bajo nivel ideológico del movimiento obrero y la debilidad de la ligazón entre los obreros de los diferentes países, colocar este punto en el orden del día del primer congreso sólo podía conducir a conflictos inútiles. Pero quedó en minoría.