Naturalmente, no fue un levantamiento espontáneo de la población. Lo mismo que en la plaza Maidan, la CIA utilizó francotiradores sudafricanos para disparar contra los manifestantes, dando la impresión de un gran levantamiento y una represión no menos virulenta.
El sitio Tunisie Secret apoya la versión del antiguo corresponsal francés. En un artículo publicado el 8 de enero, sostiene que los francotiradores sudafricanos estaban dirigidos por equipos operativos de la CIA y fueron pagados con dinero procedente de Qatar.
El general Rachid Ammar, cómplice de la CIA, dejó que los sudafricanos abandonaran el país y sigue siendo el peón de confianza del imperialismo en el país norteafricano.
El artículo se remite a otro publicado el 7 de junio de 2013 en el que Tunisie Secret ya denunció que la CIA intentó camuflar la maniobra desestabilizadora del imperialismo como una revuelta popular contra el “dictador” de turno, Ben Alí, quien también ha denunciado el papel de Estados Unidos en el desencadenamiento de la Revolución de los Jazmines.
Luego el plan se reprodujo de manera casi exacta en otros países árabes, como Egipto, Siria y probablemente Libia, sostiene el medio.
Zine el-Abidine Ben Alí fue ministro del Interior del gobierno de Habib Bourguiba hasta que dio un golpe de Estado en 1987 para hacerse con las riendas del país.
Ben Alí era un agente de la CIA entrenado en la Escuela Superior de Inteligencia de Fort Holabird. Tras su golpe de Estado creó una Comisión Militar Conjunta con el Pentágono, abre los puertos de Bizerta, Sfax, Susa y Túnez a los navíos de la OTAN y, en 2004, mete a Túnez en el “Dialogo Mediterráneo” de la alianza imperialista.
La expresión “Revolución de los Jazmines” no es original: es la que utilizó la CIA durante el Golpe de Estado de 1987 para poner a Ben Alí al frente de Túnez.
Aunque mantiene la retórica antisionista típica del mundo musulmán, Ben Ali invita a Ariel Sharon a viajar a Túnez y ofrece toda clase de facilidades a Israel, autoriza a los israelíes descendientes de tunecinos a viajar a Túnez para hacer negocios.
A cambio, Washington permite que la familia Ben Ali robe todo lo que pueda. Cualquier empresa que allí se implante tiene que cederles la mitad de su capital. Pero las cosas se ponen feas en 2009, cuando la mafia familiar de Ben Alí amplía el chantaje a los empresarios estadounidenses.
En Washington el Consejo de Seguridad Nacional consideran que es la hora del relevo. El Departamento de Estado le busca un sucesor en previsión de un posible “fallecimiento”. Reclutan a unos 60 aspirantes, cada uno de los cuales recibe un entrenamiento de tres meses en Fort Bragg y posteriormente se le asigna un salario mensual.
La CIA moviliza a sus peones en los medios de difusión tunecinos, que empiezan a lamentar la censura. El 30 de diciembre de 2010 el canal privado Nessma TV, propiedad del grupo italo-tunecino de Tarak Ben Ammar y Berlusconi, retransmite los disturbios y organiza un debate sobre la transición democrática.
El Pentágono envía fuerzas especiales para dirigir el levantamiento siguiendo la técnica de las “revoluciones” de colores. Bajo la cobertura de Anonymous, la CIA piratea varios sitios web oficiales e introduce en ellos mensajes de amenaza en inglés, lo mismo que ya había hecho en Zimbabwe e Irán.
El 13 de enero, Ben Ali ordena al ejército disparar contra la multitud, pero el jefe del Estado Mayor de las fuerzas terrestres se niega a hacerlo. En contacto con el general William Ward, comandante del AfriCom, el general Ammar le anuncia personalmente a Ben Ali que Washington le ordena largarse.
En Francia, el gobierno de Sarkozy no ha sido prevenido de la decisión estadounidense y la ministra de Asuntos Exteriores, Michele Alliot-Marie, se propone salvar al dictador enviándole consejeros en materia de orden público y equipamiento para que pueda mantenerse en el poder mediante procedimientos más presentables.
El viernes 14 fleta un avión de carga. Cuando en París terminan los trámites de aduana, ya es demasiado tarde. El cargamento ya no es necesario. Ben Ali ha huido. En Washington y Tel Aviv, en París y en Roma, sus antiguos amigos le niegan el asilo. Va a parar a Riad con el botín: 1,5 toneladas de oro robado del Tesoro público.
La farsa se ha consumado… al menos de momento.
(*) https://www.youtube.com/watch?v=ZOTLeH_Wtb4
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