El general lloraba a los diputados por los numerosos compromisos imperialistas de Francia en el Báltico, África (Barjan, Libia) y Levante (Irak, Siria), a pesar de la escasez de recursos. Aseguró que la intervención francesa en Irak estaba planteada “a largo plazo” y exigió “reparar el presente”: alcanzar los 215 aviones de combate, en lugar de los 185 previstos para 2021.
Fue el típico chantaje de los chusqueros: si no me incrementan los recursos no podré hacer frente a “nuestros compromisos internacionales”. La semana pasada la aviación francesa sólo realizó un ataque en Irak de un total de 39 vuelos, la mayor parte de ellos de reconocimiento.
Esa es la intención del general: dedicar la aviación francesa al ISR (inteligencia, vigilancia, reconocimiento), además del apoyo aéreo a misiones en tierra, como ya están haciendo en Afganistán y en Mali.
El mundo es un pañuelo y el cielo también, vino a decir el general. A medida en que el cerco se ha estrechado en torno a los yihadistas, los aviones franceses tienen que volar muy cerca de los MIG sirios y los Sujoi rusos y entre sus sistemas de defensa antiaérea.
Por lo demás, Lanata quiso salir al paso de la curiosidad parlamentaria echando mano de tópicos que, no obstante, siempre es interesante recordar, como que el control del terreno está ligado al dominio del espacio aéreo, calificando la situación en Siria de “simétrica” entre los dos “rivales”.
Pero, ¿quiénes son exactamente esos rivales? No se trata de la “coalición internacional” y los yihadistas sino de la primera y el ejército regular con sus aliados. Es una manera de insistir sobre los términos en los que se ha planteado la Guerra de Siria desde hace ya casi siete años: el gobierno por un lado y el imperialismo por el otro.
En un “conflicto simétrico”, añadió Lanote, si una parte no dispone de instrumentos de supremacía aérea, es mejor tirar la toalla. Por lo tanto, Francia debe mantener en Siria su fuerza aérea a punto porque las operaciones militares condicionan las políticas y diplomáticas.