Semejante previsión no se debe a una antipatía personal entre Putin, y sus homólogos europeos. Es que el modelo de la cooperación estratégica entre Rusia y la Unión Europea ya ha pasado a la historia. Ese modelo estaba basado en la premisa de que tras la desaparición de la Unión Soviética Rusia no tiene alternativa a una aproximación político-económica e incluso institucional a Occidente y en primer lugar a la Union Europea.
El presidente ruso, Vladímir Putin, ha hecho varios intentos de adaptar la identidad nacional rusa al formato que permite hacerse parte de la sociedad occidental. Si Occidente hubiera demostrado más flexibilidad y creatividad en su diálogo con Rusia es muy probable que Moscú ya se habría convertido en miembro de una asociación con la Union Europea.
Durante muchos años la idea de que Rusia tiene futuro solo como miembro de una «gran Europa política» ha sido un axioma. Hoy en día predomina una percepción diametralmente contraria. Sería inadecuado decir que la nueva identidad política rusa se está creando a través de una contraposición a Europa. Pero es totalmente evidente ya no es prioritario para el Kremlin construir relaciones duraderas con la Union Europea.