En España los sindicatos nunca han representado a la clase obrera en las últimas décadas. Sólo han logrado afiliar a un máximo del 20 por ciento de los trabajadores a mediados de los noventa.
En otros países ocurre algo parecido. La media de los 36 países más industrializados del mundo es de una afiliación sindical del 16 por ciento, con un total de 82 millones de trabajadores sindicalizados en 2018: la mitad de lo registrado en 1975.
Los trabajadores no se aflian a un sindicato para defender a sí mismo y a sus compañeros. Afiliarse es como contratar un seguro de abogado para cuando tengas algún problema laboral, algo así como el que asegura su coche “a todo riesgo” o contrata un seguro de hogar.
En la cuota que pagas a sindicato entran otros conceptos. Por ejemplo, los sindicatos han creado cooperativas para construir pisos de protección oficial para sus afiliados. También funcionan como agencias de viaje que hacen precios especiales a sus abonados.
Nada que tenga que ver con la lucha de clases.
Algunos se afilian para disponer de horas sindicales o para que no les despidan (o sea, para que despidan a sus “compañeros”). Sin embargo, las horas sindicales no las tiene que justificar ningún sindicato porque para ser delegado no es necesario estar afiliado a ningún sindicato.
Para los oportunistas la afiliación es una oportunidad para dejar el trabajo, o sea, para cambiar la empresa por el sindicato.
No es una casualidad que cuando menos afiliación sindical hay en las
empresas, más luchas obreras estallan porque los sindicatos están para
frenar las reivindicaciones.
En un país como España que tanto se lamenta de la corrupción, lo que pasa desapercibido es la corrupción sindical. La condiciones actuales de trabajo resultarían inimaginables si hubiera sindicatos con una pizca de dignidad. Bastaría con una pizca.
(*) https://www.lavanguardia.com/economia/20191222/472401008593/sindicatos-afiliacion-trabajadores-espana-espana-ocde.html