Ayer el portavoz militar israelí anunció que el ejército había asesinado al comandante de la Yihad Islámica Palestina, Mohammed Al Jabari, subdirector de fabricación de armas del grupo.
El martes mató a Fuad Chokr, un dirigente de Hezbollah, en un barrio del sur de Beirut. Al día siguiente mataron a Ismail Haniyeh, el dirigente de Hamas, en Teherán.
El 10 de abril habían asesinado a tres de sus hijos y cuatro de sus nietos en un ataque israelí en Gaza.
Desde su fundación en 1948 Israel ha asesinado a tantos dirigentes árabes, miembros de la OLP, iraníes, comandantes de Hamas y de la resistencia libanesa que debería disfrutar de una situación muy plácida. Sin embargo, necesita seguir matando compulsivamente.
Con unos 2.300 asesinatos selectivos documentados, Israel rivaliza con Estados Unidos como país matarife que acaba regularmente con sus opositores en territorio extranjero, en su mayoría pertenecientes a la resistencia palestina. El brazo ejecutor es el Mosad.
Las ejecuciones extrajudiciales son un elemento importante de la política israelí de exterminio hacia la resistencia palestina. Consisten en eliminar a los militantes al margen de cualquier procedimiento legal, utilizando asesinos profesionales o ataques puntuales.
La maquinaria occidental de propaganda lo llama “legítima defensa”, mientras reserva la expresión “terrorismo” cuando los asesinatos los comete cualquier otro.
El arquetipo de este modo de acción fue la Operación Ira de Dios, también conocida como Operación Bayonet, llevada a cabo por el Mosad para castigar a los autores del ataque al equipo olímpico israelí en Munich en 1972 (Operación Berim & Ikrit). En el espacio de un año, casi todo el comando palestino fue asesinado: Wae Zwaiter (Roma, 16 de octubre de 1972), Mahmoud Hamchari (París, 9 de enero de 1973), Abd El-Hir (Nicosia, 24 de enero de 1973), Basil Al-Kubaissi (París, 6 de abril de 1973), Ziad Muchassi (Atenas, 12 de abril de 1973), Mohammed Boudia (París, 28 de junio de 1973), Kamal Nasser, Mahmoud Najjer y Kamal Adouan (Beirut, 9 de abril de 1973) ). Su dirigente, Ali Hassan Sala-meh, fue asesinado en Beirut el 22 de enero de 1979, seguido por su segundo, Khalil al-Wazir (alias Abou Djihad), el 16 de abril de 1988 en Túnez. Al final, sólo un miembro del grupo, Jamal al-Gashei, parece haber escapado a la Ira de Dios, mientras que una persona inocente fue asesinada por error en Lillehammer (Noruega).
El año pasado, tras la incursión del 7 de octubre, el Shin Bet creó una unidad clandestina, bajo el nombre en clave Indigo, cuya misión es localizar a los participantes en la acción y asesinarlos.
En 1997 el intento del Mosad de envenenar a Jaled Mashal, dirigente de Hamas en Jordania fracasó. Los dos asesinos israelíes con pasaportes canadienses fueron detenidos. A cambio de su liberación, Israel tuvo que liberar de prisión al jeque Ahmed Yassin, el fundador de Hamas.
Desde 1988 Israel utiliza unidades especialmente entrenadas para operar clandestinamente en los territorios ocupados. Conocidas como “Yamas”, son unidades que funcionan clandestinamente, vestidas con ropas árabes, en misiones de reconocimiento, comandos o ejecuciones selectivas. En Cisjordania las acciones las lleva a cabo la Unidad 217.
En Gaza los sionistas prefieren llevar a cabo sus acciones “a distancia”, utilizando medios más sofisticados como drones o misiles guiados, que tienen un efecto devastador sobre la población civil.
Los asesinatos selectivos en el exterior son operaciones complejas que se basan en una red de informantes locales (“sayanim”), en su mayoría reclutados entre la diáspora judía. Pero esto es contraproducente: la comunidad judía, antes bien integrada, se convierte en objeto de desconfianza, percibida como una “quinta columna” de partidarios camuflados en el seno de cualquier Estado, como Irán.