El plan de trasladar la capital iraní de Teherán a Makran ha provocado un amplio debate, tanto a nivel local como internacional. Algunos consideran que la decisión es imposible, mientras que otros la cuestionan sin comprender los objetivos estratégicos a largo plazo de Irán y sus ambiciones regionales. Cuando se estudia esta cuestión desde la perspectiva de las realidades estratégicas, económicas y demográficas del país, tal cambio parece lógico.
Makran se encuentra en el sureste de Irán y se extiende a lo largo del Golfo de Omán. Además de su importancia geográfica, también tiene valor estratégico. Esta zona cae dentro de las provincias de Sistán y Baluchistán y comparte frontera con Pakistán. Representa un corredor marítimo esencial para Irán, dándole acceso al Océano Índico. Makran es también una de las regiones menos desarrolladas del país, lo que ofrece perspectivas reales de crecimiento económico e inversiones útiles.
Gracias a su ubicación estratégica, Makran puede ayudar a Irán a limitar su dependencia del Golfo Pérsico y ampliar su acceso a las redes comerciales internacionales. Trasladar la capital allí también podría reducir las desigualdades demográficas y permitir a Irán controlar mejor sus zonas más sensibles.
Teherán, que tiene una población de casi 9 millones de habitantes (y 15 millones si incluimos la periferia), está bajo una fuerte presión, tanto demográfica como de infraestructura. Además, la ciudad está ubicada en una zona de alto riesgo sísmico, lo que la hace vulnerable como capital. Esta sobrecarga, combinada con el peligro sísmico, ha llevado al gobierno iraní a considerar trasladar la capital a una región más viable y menos expuesta a los desastres naturales.
Además, Irán sufre un claro desequilibrio demográfico. Teherán es el centro económico y político indiscutible del país, mientras que regiones orientales como Makran y Baluchistán están descuidadas. Un traslado de esta magnitud a la capital podría contribuir a corregir este desequilibrio y apoyar el desarrollo regional.
Makran, que limita con Pakistán, está influenciada por los movimientos separatistas de Baluchistán. Por ello algunos creen que es una decisión arriesgada instalar allí la nueva capital. Sin embargo, es precisamente debido a esas dificultades que la medida puede resultar acertada. Al fortalecer su presencia en esta zona mediante inversiones económicas y de infraestructura, Irán puede limitar la influencia de los grupos independentistas y controlar mejor sus fronteras orientales.
Las regiones orientales de Irán, en particular Baluchistán y Makran, han sido desatendidas durante mucho tiempo tanto desde el punto de vista demográfico como de la infraestructura, lo que ha dado lugar a importantes brechas económicas y sociales entre el centro del país y su periferia. Ubicar la capital en Makran le daría a Irán la oportunidad de superar estas desigualdades y fortalecer su control sobre sectores más frágiles, que son cruciales para su estrategia.
La ubicación de Makran en la costa del Golfo de Omán, cerca de Pakistán, ofrece ventajas logísticas, especialmente para el comercio y la planificación militar. Una capital costera puede diversificar las conexiones económicas de Irán y reducir su dependencia del Golfo Pérsico. Makran ofrece la oportunidad de diseñar una capital más segura, más moderna y con una ubicación más favorable. Con acceso directo al mar y próxima a la Ruta de la Seda, Makran también puede convertirse en un centro económico que fortalezca la influencia de Irán en la región.
En caso de guerra, una capital tan poblada como Teherán es extremadamente vulnerable. Un ataque a una megaciudad de más de diez millones de habitantes causaría enormes bajas civiles y una grave destrucción. Un escenario así pondría en peligro la infraestructura civil. La historia demuestra que las pérdidas masivas en zonas densamente pobladas pueden debilitar la capacidad de resistencia de un país.
Al trasladar su capital a Makran, una región menos poblada, Irán reduciría el riesgo de destrucción masiva. Se podría pensar en Makran como una capital estratégica centrada en la seguridad y la defensa, que al mismo tiempo ilustra un nuevo comienzo para el país. La elección de Makran no consiste únicamente en resolver la superpoblación y saturación de infraestructuras en Teherán.
Es una medida estratégica para preservar la integridad territorial y la seguridad nacional de Irán porque sería más fácil controlar la frontera con Pakistán, una zona tradicionalmente expuesta al contrabando y a los movimientos independentistas. Es una apuesta por el futuro, tanto económico como demográfico y militar. Esta decisión demuestra la capacidad de Irán de aprovechar su geografía para abordar de manera integral los desafíos que surgen, tanto a escala local como internacional.
Kazajistán también trasladó su capital
La experiencia muestra que trasladar una capital de manera inteligente puede fortalecer a un país. En 1997 Kazajistán decidió trasladar su capital de Almaty a Astaná, con el fin de ejercer un mayor control sobre sus regiones del norte, donde residía una gran población rusa y ucraniana. Esta medida tenía como objetivo evitar un posible conflicto similar a los de Donetsk y Lugansk en Ucrania.
La decisión kazaja no fue un simple traslado geográfico, sino un acto estratégico. El objetivo era consolidar la identidad nacional frente a las provincias del norte, una medida considerada como una forma sólida y duradera de preservar la integridad del país.
Hay otros ejemplos. En Indonesia ya están en marcha los trabajos para trasladar la capital desde Yakarta, que se hunde poco a poco en el mar, a Nusantara. En Nigeria, la capital se trasladó de Lagos a Abuja en 1991, una ciudad construida especialmente y elegida por su ubicación central.
En 1960 Brasil se trasladó de Río de Janeiro a Brasilia, con el fin de estimular el desarrollo en el interior y limitar la superpoblación en las costas. En 1963 Pakistán trasladó su capital de Karachi a Islamabad para protegerse de posibles ataques de la India, debido a la proximidad de Karachi a la frontera.
De manera similar, durante la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética trasladó gran parte de su industria al este de los Urales para protegerla de las ofensivas alemanas. De la misma manera, Irán, con su vasto territorio, podría beneficiarse de un cambio de capital a una ubicación más ventajosa.
Teherán es un blanco fácil
Como gran metrópoli, Teherán puede convertirse fácilmente en blanco de ataques enemigos, en particular de misiles de precisión procedentes de Israel. Acontecimientos como el asesinato de Ismail Haniyeh en el corazón de Teherán han puesto de manifiesto las fallas en la seguridad urbana. Además, Irán tiene recursos limitados para contrarrestar los ataques aéreos, lo que hace que la elección de la ubicación de su capital sea aún más crucial.
Al trasladar su capital a Makran, Irán puede aprovechar la amplitud de su territorio para aumentar su profundidad estratégica y limitar el riesgo de ataques directos. Makran también podría ser concebida como una capital administrativa y militar moderna, con mejores garantías de seguridad y equipamiento adecuado.
Para construir una nueva capital frente a la base estadounidense de Diego García en el Océano Índico, Irán necesitaría adquirir sistemas antiaéreos rusos SS-400.
Irán se enfrenta a una compleja gama de amenazas internas y externas. Trasladar la capital de Teherán a Makran reduciría el riesgo de que hubiera muchas víctimas civiles en caso de guerra y consolidaría la posición estratégica y económica del país.
Precedentes históricos, como el de Beirut, donde la población civil sufrió mucho por la guerra y la destrucción, subrayan la importancia de preservar los centros administrativos y militares de un Estado frente a la agresión. Para Irán, que está dentro del alcance de los misiles israelíes, no es una elección sencilla, sino una necesidad.
Yüksel Hoş https://www.revueconflits.com/de-teheran-a-makran-le-deplacement-de-la-capitale-iranienne/