Irak es la válvula de escape para burlar el bloqueo impuesto contra Irán

Haidar Al-Abadi
En Irak los problemas no se han acabado ni con la salida de Estados Unidos, ni con la derrota del Califato Islámico. Han cambiado de formato y a ellos se suma el cerco impuesto a Irán por Estados Unidos, que está perjudicando seriamente al país mesopotámico.

Una parte de la batalla entre Estados Unidos e Irán se juega en Irak. El actual Primer Ministro, Haidar Al-Abadi, ha dejado de ser el candidato de Irán para ponerse al servicio de Estados Unidos y sus socios regionales en Oriente Medio.

La gran pregunta sigue siendo quién tendrá éxito en el ascenso de su candidato a dirigir el gobierno en Bagdad. ¿Será Irán o Estados Unidos?

Mientras tanto, las manifestaciones y protestas populares se multiplican. Los ataques terroristas contra instalaciones eléctricas han provocado un aumento considerable de los cortes de electricidad.

Es como para poner el grito en el cielo: un país que nada encima de un océano de petróleo, padece cortes de luz todos los días. Ha llegado a un punto en que los cortes duran más tiempo que el suministro.

Hasta ahora ha sido Irán quien ha suplido la carencia de electricidad en numerosas localidades irakíes, pero tuvo que dejar de hacerlo debido al impago, que superó los 1.000 millones de dólares.

Cuando el gobierno empieza a pagar una parte de esa deuda, Estados Unidos impone el bloqueo de Irán y Abadi se muestra dispuesto a convertirse en un cómplice de dicho bloqueo.

Para suplir a Irán, Estados Unidos negocia con los dos principales países vecinos, Arabia saudí y Kuwait, a fin de que ayuden a Irak a satisfacer sus necesidades básicas.

Moqtada Al-Sadr
A medida que Abadi claudica, la ayuda de Estados Unidos deja de ser sólo energética y se convierte en política. Ordena a los países del Golfo de que apoyen al Primer Ministro y, además, a Moqtada Al-Sadr, al que consideran como un baluarte contra Irán, a pesar de ser ambos chiítas.

Ahora mismo Estados Unidos quiere que sus viejos enemigos tomen las riendas en Bagdad para enfrentarse a Irán. Parece una opción a la desesperada, como si no tuvieran otra porque en Oriente Medio todos saben que -sobre todo- Moqtada Al-Sadr no es fiable. En absoluto.

Los sunitas se niegan a colaborar con Moqtada y Abadi, pero Estados Unidos les ha amenazado abiertamente. La decisión está tomada y no se puede discutir.

Los kurdos también se niegan y sólo el gran garrote les convence de que lo que deben hacer es seguir las instrucciones al pie de la letra. Donde manda el patrón, no manda el marinero…

Estados Unidos confía en los chiítas, especialmente en Sayyed Ammar Al-Hakim, que parece ser el más dócil de todos aquellos a los que se ha dirigido con su plena cooperación.

El bloqueo de Irán no es posible sin antes ganar la partida en Bagdad, donde la República Islámica tienen su mejor válvula de escape.

A pesar de sus esfuerzos, las posibilidades de renovar el mandato de Abadi por otros cuatro años al frente de gobierno disminuyen día a día. Las fuerzas que se oponen a los imperialistas son predominantes en todas las fuerzas políticas, nacionales y confesionales de Irak.

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