El 12 de octubre el ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, concedió una entrevista al semanario Die Zeit, que parecía dirigida a los alemanes que se muestran reacios a apoyar la guerra de la OTAN contra Rusia. Frente al tirano Putin, los alemanes irán “con todo”. Para ello constituirán todo un cuerpo de ejército (Heeresdivision) de 35.000 soldados de aquí a 2025 como parte de una estrategia de disuasión de la OTAN.
Las tropas estarán bajo el mando superior de la OTAN en Europa (Saceur), o sea, que el gobierno alemán pondrá sus fuerzas al servicio de la OTAN. Serán el “flanco oriental de la OTAN” y con esa cobertura podrán establecerse en cualquier país de la región: Polonia, países bálticos, Rumanía, Moldavia…
En los días siguientes, los altos mandos le bajaron los humos al ministro. El inspector del ejército Alfons Mais informó a sus superiores de que, a pesar de todos los esfuerzos del mundo, la Bundeswehr nunca podría constituir una unidad de ese tamaño antes de 2027.
Además, declaró que Alemania no tiene actualmente líneas de producción capaces de equipar y armar a un contingente militar de esas dimensiones. Los almacenes del ejército están vacíos porque todo los han enviado a Ucrania.
En enero Pistorius concedió otra entrevista, esta vez al diario Tagesspiegel, y se desmiente a sí mismo: “No podemos ir con todo, como algunos quisieran que hiciéramos, porque nos encontraríamos indefensos”.
Es lo que tiene ser un ministro, como el alemán, sin ejército ni armas. Su única tarea es hablar con los medios de comunicación. Lo de decir una cosa y luego la contraris tiene otra explicación: Pistorius no es nadie por sí mismo, es la voz de su amo. Son incoherentes porque hablan en funión de lo que les dicta la embajada de Estados Unidos. Un día recibe unas instrucciones y al siguiente le llegan otras nuevas.
Es la historia misma de Alemania desde 1945, cuando los aliados les prohibieron reconstituir su ejército. La columna vertebral de Alemania es la base aérea de Ramstein, donde Estados Unidos planifica cada una de las agresiones dirigidas hacia el este de Europa (Drang nach Osten).
La situación del ejército alemán cambió en los años sesenta, cuando el general De Gaulle sacó a Francia de la OTAN. Hacía falta un recambio y a cambio de tener un ejército de verdad, al gobierno de Berlín no le importó ceder el mando a la OTAN, o sea, a Estados Unidos.
Pero el ejército alemán no es nada absolutamente. Si alguien se pasea por una ciudad alemana verá publidad en las paradas del tranvía pidiendo reclutas. Como en los demás ejército occidentales, los alemanes están dispuestos a llevar a cualquiera a filas porque nadie quiere ir… si no es con abultados incentivos económicos y de otro tipo.
Por ejemplo, buscan mujeres y visten el reclutamiento con las señas más características de la posmodernidad de género. Buscan refugiados y emigrantes para darles papeles, e incluso la nacionalidad, a cambio de que vayan a los cuarteles una temporada. “No seríamos la primera fuerza militar en Europa en hacer esto […] En nuestro país hay personas de segunda o tercera generación que viven en Alemania, pero que todavía no tienen la nacionalidad alemana”, dice Pistorius.
No cabe duda de que la segunda y tercera generación de emigrantes a los que nunca concedieron la nacionalidad, es decir, los ciudadanos de segunda, lucharían ardorosamente por defender a su patria… si supieran cuál es realmente su patria.