Hezbollah impone una estrategia de desgaste en Oriente Medio

A finales de agosto las represalias de Hezbollah contra dos instalaciones militares y de inteligencia israelíes dejó decenas de víctimas. La operación, denominada Arbain por la resistencia libanesa, tuvo como objetivo la base de Glilot, el cuartel general de la Unidad 8200 israelí, así como la base aérea de Ein Shemer, según la cadena Al Mayadin.

La operación fue en gran medida un éxito, con 22 muertos y 74 heridos, añadió Ibrahim Al Mussawi, portavoz de Hezbollah.

El ataque coincide con el anuncio de la dimisión del general Yossi Sariel, comandante de la Unidad 8200. “El 7 de octubre, a las 6:29 horas, no cumplí mi misión como esperaba de mí mismo, como mis comandantes y subordinados esperaban de mí”. El testigo pasa al siguiente equipo, añadió.

El ejército israelí anunció que Sariel dimitiría “en el próximo período”. La dimisión se produce 11 meses después del inicio de la agresión de Israel contra la Franja de Gaza. Según la cadena de noticias israelí Canal 12, Sariel se resistió a la dimisión en julio, el mes anterior a la Operación Arbain de Hezbollah, diciendo que tal decisión constituiría “una cobardía”.

La noticia de la dimisión de Sariel surgió a principios de septiembre, cuando también se esperaba que otros altos cargos dejaran sus puestos, incluido el jefe de la unidad de inteligencia de la policía israelí y el comandante de las fuerzas terrestres del ejército israelí.

La operación de Hezbollah se llevó a cabo en represalia por el asesinato de Fouad Choukr, un alto comandante militar de la organización libanesa, en Beirut. El ataque israelí de finales de julio también mató a varios civiles, incluidos niños. La operación implicó disparar cientos de cohetes contra sitios en el Golán y Galilea ocupados, en un intento de distraer y colapsar a la defensa antiaérea Cúpula de Hierro. Al mismo tiempo, se lanzaron drones hacia las dos bases.

La base Glilot de la Unidad 8200 está ubicada en los suburbios de Tel Aviv, aproximadamente a 10 kilómetros al norte de la ciudad. La base de Ein Shemer está a unos 40 kilómetros de Tel Aviv. Israel impuso una estricta censura al ataque, que aún no ha sido levantada.

“Un número significativo de drones han alcanzado sus objetivos, pero el enemigo oculta todos los detalles relevantes […] Los días y las noches revelarán la verdad sobre lo que ocurrió allí”, dijo en aquel momento el dirigente de Hezbollah, Hassan, Nasrallah.

¿Decepciona la Operación Arbain?

El 30 de julio de 2024 Israel llevó a cabo un ataque aéreo selectivo contra un edificio residencial en Haret Hreik, un barrio densamente poblado de Beirut conocido por ser un bastión de Hezbollah. El ataque le costó la vida a Fouad Chokr, uno de los comandantes de Hezbollah que desempeñó un papel crucial en la dirección de las operaciones militares de la organización. Además de Fouad Chokr, murieron el asesor militar iraní Milad Bedi y cinco civiles libaneses, entre ellos dos niños, y otras 80 personas resultaron heridas.

Muchos esperaban que el asesinato de Fouad Chokr, un dirigente de relieve de Hezbollah, provocara una respuesta feroz. Sin embargo, la respuesta inmediata de Hezbollah el 25 de agosto decepcionó a muchos seguidores, que esperaban una respuesta más agresiva.

El contraataque de Hezbollah se desarrolló en dos fases. En la primera, dispararon 340 cohetes Katyusha contra 11 bases militares israelíes en la Alta Galilea y el Golán sirio ocupado, principalmente para servir como señuelo y desgastar las defensas antiaéreas de Israel. Aunque todas essas bases fueron alcanzadas, el impacto real se sintió en la segunda fase, cuando docenas de drones armados de diversos tamaños y modelos penetraron profundamente en Israel, apuntando a sitios militares estratégicos, a saber, la base de defensa aérea de Ein Shemer, así como el Base Glilot y la sede de Aman. Las dos unidades emblemáticas de la inteligencia militar israelí fueron los principales objetivos de la operación debido a su papel en el bombardeo de Beirut.

El ataque demostró la potencia militar de Hezbollah y su determinación de atacar las bases israelíes más importantes, a 110 kilómetros de la frontera libanesa y a sólo 1,5 kilómetros de Tel Aviv, marcando una importante escalada. Sin embargo, también planteó dudas sobre la capacidad –o voluntad– de la Resistencia libanesa de atacar a Israel de cualquier manera significativa o de continuar haciendo lo que fuera necesario para asegurar la victoria de la resistencia palestina en Gaza.

El sentimiento de decepción surge de un malentendido fundamental de la estrategia de Hezbollah y de la importancia de figuras como Fouad Chokr. Como señaló Nasrallah, la única “retribución justa” por el asesinato de Chokr es la expulsión de todas las fuerzas estadounidenses de Medio Oriente, una misión claramente de larga duración.

Los dirigentes israelíes esconden la cabeza bajo la tierra

Una respuesta adecuada al asesinato de dirigentes como Imad Moghniyeh o Fouad Chokr no puede limitarse a eliminar una personalidad israelí de talla equivalente, ya que no la hay, ni a una sola operación militar, cualquiera que sea su escala. Más bien, debe ser una acción que allane el camino para los objetivos más amplios de la resistencia, a saber, la liberación de Palestina y de todo Oriente Medio.

Hezbollah considera que dirigentes israelíes, como el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, el ministro de Defensa Yoav Gallant y el Jefe de Estado Mayor Herzi Halevi, que se han visto obligados a refugiarse en fortines subterráneos durante semanas a medida que aumenta la tensión, son estratégicamente ineptos. Sus decisiones, lejos de disuadir a Hezbollah o debilitar su potencia de fuego, contribuyen al declive a largo plazo de Israel. Incluso si su eliminación inmediata fuera posible, iría en contra de los objetivos más amplios de la resistencia, ya que mantener a estas figuras en el poder acelera la caída de Israel, en particular de Netanyahu, apodado por Nasrallah como el sucesor por defecto del “último rey de Israel”, Ariel Sharon. También contradeciría la opinión de Hezbollah de que todos los dirigentes israelíes son iguales en lo que respecta a Palestina, la colonización y el sionismo, lo que haría inútil una política de asesinatos selectivos.

Esa estrategia es lo que diferencia a Hezbollah de Israel, cuyo criterio es el contrario, como expusimos en una entrada reciente. La resistencia libanesa se ha centrado en objetivos militares de alto valor sin utilizar sus munición más avanzada, conformándose con cohetes Katyusha y drones, mientras reserva sus misiles balísticos y/o de alta precisión para batallas futuras. El objetivo principal de esta operación era hacer cumplir las reglas de enfrentamiento y demostrar que siguen decididos a continuar su batalla de apoyo a Gaza, lanzada el 8 de octubre de 2023, cueste lo que cueste. Esta misión se ha cumplido en gran medida.

La táctica no va por delante de la estrategia

La Operación Arbain logró varios objetivos importantes, cada uno de los cuales contribuyó a los objetivos más amplios de Hezbollah. Primero, la exhibición de la potencia de fuego. La operación demostró que Hezbollah es capaz de llevar a cabo acciones militares a gran escala, incluso en un momento en el que Israel está en alerta máxima. A pesar del pleno apoyo de Estados Unidos, la OTAN y sus aliados regionales, y de la movilización de todos sus recursos de inteligencia y vigilancia, Hezbollah ejecutó con éxito su plan, demostrando que sigue siendo una fuerza formidable incluso después de la pérdida de Fouad Chokr, precisamente el hombre que habría organizado y dirigido este tipo de operación. El hecho de que las acciones diarias en apoyo a Gaza hayan continuado e incluso intensificado desde su asesinato también demostró que la potencia de fuego de Hezbollah no ha disminuido en modo alguno.

La operación ignoró por completo las numerosas amenazas israelíes, estadounidenses y europeas que prometían una guerra total, la destrucción y el regreso de Líbano a la edad de piedra en caso de represalias importantes por parte de Hezbollah. La resistencia libanesa ha demostrado su determinación de defender las reglas de enfrentamiento y continuar apoyando a Gaza, sin dejarse intimidar por las amenazas.

A diferencia de Israel, que ataca deliberadamente a los civiles libaneses durante el asesinato de Fouad Chokr, Hezbollah ha evitado atacar objetivos civiles y la infraestructura del Estado israelí. La operación apuntó específicamente a las unidades militares de élite israelíes involucradas en el asesinato, enfatizando la importancia de que Hezbollah ataque objetivos militares en lugar de objetivos civiles para mantener su posición moral en el conflicto, al tiempo que demuestra su capacidad para atacar los objetivos mejor protegidos de los sionistas.

Si bien Israel está desesperado por provocar una guerra total y arrastrar a Estados Unidos a ella, en gran parte debido a su punto muerto en el atolladero de Gaza, Hezbollah ha mantenido el control de la situación. La organización ha calibrado con precisión su respuesta para evitar desencadenar un conflicto a gran escala, respondiendo a la agresión de manera proporcionada y demostrando que no antepone la táctica a la estrategia.

En las semanas previas a la operación, Israel se vio invadido por el pánico: “Todo el país estaba parado sobre una pierna y media, o incluso sobre una pierna y un cuarto”, comentó Nasrallah. El país experimentó una parálisis generalizada mientras esperaba ansiosamente la respuesta de Hezbollah y las posibles represalias de Yemen e Irán, que aún están por llegar. La evacuación de asentamientos y bases militares, la suspensión de la producción, la apertura de refugios y la desaceleración económica le han costado mucho a Israel, tanto financiera como sicológicamente. La misma anticipación del ataque se convirtió en una forma de castigo, mientras Israel se esforzaba –y continúa esforzándose– por superar la amenaza inminente.

Tras la Operación Arbain, en Israel el pánico condujo a millones de personas a refugiarse, paralizando todo el país durante 72 horas. Los dirigentes israelíes exageraron al afirmar que habían frustrado un intento de Hezbollah de lanzar miles de cohetes y misiles de precisión contra objetivos civiles en el norte del país y Tel Aviv.

Esta mentira descarada contribuyó involuntariamente a la guerra sicológica que Hezbollah lleva librando desde hace mucho tiempo contra Israel. La puesta en escena tenía como objetivo dar la imagen de éxito, en la que Israel se presenta como si hubiera logrado una importante victoria táctica al asestar un duro golpe al fuego de Hezbollah.

Nasrallah, en quien la mayoría de los israelíes confían más que en sus propios dirigentes, dijo que la operación involucró sólo unos 300 cohetes Katyusha y algunos drones, y que no se destruyeron lanzadores de cohetes ni plataformas de drones antes de que pudieran disparar. Posteriormente sólo dos de estos lanzadores fueron alcanzados, así como algunos otros que no participaron en la operación. No se ha interceptado ningún dron sobre Líbano. Además, no hubo bajas de Hezbollah antes de la operación, sólo dos después, así como un combatiente del movimiento Amal.

La reacción histérica de Israel revela su desesperación por salvar las apariencias tras el aplastante fracaso de sus servicios de inteligencia el 7 de octubre. Las precipitadas acciones del ejército israelí demostraron que non tenían un conocimiento previo de la operación, descubriendo su existencia sólo una hora antes de su lanzamiento, tras la detección de importantes movimientos de combatientes que tomaban posiciones. Desconocían por completo los detalles de la operación y sus objetivos, lo que les llevó a bombardear indiscriminadamente bosques y valles.

La Operación Arbain ha permitido a Hezbollah ejercer una enorme presión sicológica y económica a Israel. Al evitar la escalada y ridiculizar las afirmaciones exageradas de Israel después de los ataques, la organización libanesa ha fortalecido su posición estratégica al tiempo que ha resaltado la fragilidad israelí.

El fracaso de las negociaciones de paz en Gaza

Casí un año después del 7 de octubre, aún hay quien no tiene claro que la estrategia de Hezbollah y del conjunto de la resistencia en Oriente Medio, consiste en mantener un papel de apoyo a Gaza, en lugar de involucrarse en una escalada, en lugar de abrir nuevos frentes.

Una de las razones por las que Hezbollah esperó tanto para tomar represalias fue la nueva ronda de negociaciones de alto el fuego del 15 de agosto, que Estados Unidos calificó de decisiva. Sin embargo, esas negociaciones resultaron ser otra promesa vacía, que no dio resultados debido a las demandas poco realistas de Netanyahu y la complacencia de Estados Unidos. Hezbollah tenía que demostrar que estaba dando todas las posibilidades a las negociaciones y que Israel se estaba comportando como un Estado canalla.

Algunos creen que una guerra a gran escala podría salvar innumerables vidas palestinas. Sin embargo, podría ocurrir lo contrario. Si Hezbollah se involucrara ahora en una guerra abierta con Israel, el número de muertos israelíes podría multiplicarse por diez, reviviendo la demagogia del holocausto que ha alimentado al sionismo durante décadas, que Israel aprovecharía para intensificar las matanzas contra los palestinos y acelerar la limpieza étnica, mientras que la atención mundial se centraría en las víctimas israelíes y en los libaneses frente.

La estrategia es la guerra de desgaste

Como explicó Nasrallah en su primer discurso después del 7 de octubre, Hezbollah y el Eje de Resistencia aún no tienen capacidad para asestar a Israel un golpe decisivo. La organización libanesa actúa como una fuerza guerrillera y su estrategia es una guerra de desgaste, un tipo de guerra que Israel no es capaz de librar, ya que toda su historia se basa en estrategias de guerra relámpago a corto plazo que proporcionan victorias contundentes.

El interés de Hezbollah es, por tanto, continuar con una guerra de desgaste, que los propios israelíes consideran un peligro existencial para su Estado. Como afirmó recientemente un general israelí, “Israel se está hundiendo en el atolladero de Gaza, perdiendo cada vez más soldados, muertos o heridos, sin ninguna posibilidad de lograr el principal objetivo de la guerra: derrocar a Hamas”.

El país se precipita hacia el abismo, decía el general. Si continúa la guerra de desgaste contra Hamas y Hezbollah, “Israel colapsará dentro de un año”, pronosticó. Los ataques terroristas se intensifican en Cisjordania y en el interior del país, el ejército de reserva se ha rebelado contra las recurrentes movilizaciones de soldados de combate y la economía se desploma. Israel también se ha convertido en un Estado paria, que sufre boicots económicos y embargos de armas.

“Estamos perdiendo nuestra cohesión social, ya que el odio creciente entre los diferentes componentes del pueblo de Israel amenaza con encender y causar nuestra destrucción desde dentro”, dijo el general. “Después de 2.000 años de exilio, regresamos y establecimos un país glorioso. Pagamos un alto precio con decenas de miles de muertos y heridos. Y ahora el país se está desintegrando en nuestras manos, gracias a Netanyahu, Gallant, Halevi y sus compinches”, concluyó.

‘Invadir Israel con una charanga musical’

Israel tiene cada vez más dificultades, más pérdidas militares, los disturbios internos crecen, lo mismo que el declive económico y el aislamiento internacional. Esta tendencia se reforzará mientras dure la Guerra de Gaza y sólo podría revertirse en caso de una escalada contra otras fuerzas del Eje de Resistencia. La estrategia de Hezbollah es exacerbar los problemas de Israel para conducirlo a su colapso “pieza por pieza”, manteniendo la situación bajo control.

La polarización de la sociedad israelí nunca ha sido tan grande y los riesgos de una guerra civil aumentan, particularmente debido al reclutamiento forzoso de los “haredim” ultraortodoxos. La reciente recuperación de los cuerpos de seis prisioneros israelíes en Gaza, así como la histórica huelga general iniciada en todo el país por un pilar histórico del sionismo, el sindicato Histadrut, para obligar a Netanyahu a detener su huida hacia adelante, tanto en Gaza como en Cisjordania.

El riesgo de una nueva ola de emigración israelí es alto, especialmente si se declara un alto el fuego, lo que sería visto como una gran victoria para la resistencia palestina en Gaza. Un escenario así pondría de relieve la incapacidad de Israel para proteger a sus ciudadanos contra amenazas persistentes, incluso desde un enclave relativamente pequeño y asediado.

La perspectiva de una guerra contra Hezbollah o Irán sería mucho peor.

Tras el temor suscitado por la posibilidad de una guerra regional, combinado con el cierre de aeropuertos y la parálisis duradera de la vida cotidiana, Israel saldría de la guerra –la más larga de su historia– más debilitado que nunca. El declive tangible allanaría el camino para su colapso o incluso su destrucción en el futuro previsible, un escenario que probablemente costaría mucho menos que si todo el Eje de Resistencia se involucrara en una guerra total en este momento.

La estrategia de Hezbollah apunta a la destrucción definitiva de Israel, pero no a través de una guerra inmediata y a gran escala. El Eje de Resistencia busca erosionar gradualmente la confianza, la moral y la fuerza militar de Israel, al tiempo que agota su economía y la debilita desde dentro. El objetivo es hacer comprender al mayor número posible de colonos israelíes que nunca alcanzarán la estabilidad y la seguridad prometidas. Deben darse cuenta de que en lugar de la visión idílica de una “tierra que fluye leche y miel”, enfrentarán constantemente la dura realidad de una “tierra de terror y ruina”.

El dirigente militar israelí Moshe Dayan se jactó una vez de que el ejército israelí podría conquistar incluso Líbano. El comentario final de Nasrallah en su discurso del 25 de agosto sirvió como recordatorio de que tales alardes ya no son posibles: “Puede que esté llegando el día en que Hezbollah invada Israel con una charanga musical”, dijo. Aunque algunos puedan considerar que esto no es más que bravuconería, retórica, la guerra de liberación tendrá lugar, efectivamente, pero en los términos que marque el Eje de Resistencia, y no Israel.

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