Esta mañana el diario británico The Independent anuncia (1) que en los próximos 10 años sobrevendrá una pequeña edad de hielo. El artículo se apoya en un modelo científico sobre los ciclos solares elaborado por Valentina Zharkova, profesora de Matemáticas en la Universidad de Northumbria.
La profesora Zharkova ha presentado sus previsiones en la reunión de la Royal Astronomical Society, que se reúne esta semana en Gales. Para ello se apoya sobre una determinada concepción que califica como “ciencia” el diseño de modelos, normalmente basados en programas informáticos elaborados por matemáticos, como es el caso de Zharkova, cuya fiabilidad es muy escasa, por no decir nula. Sin embargo, en Gales la profesora Zharkova ha asegurado que la precisión de su modelo es del 97 por ciento.
El interés del modelo deriva también de la importancia que va adquiriendo una corriente alternativa a la vigente, basada en el CO2 y el efecto invernadero, según la cual la temperatura del planeta depende del Sol y de los ciclos solares.
Esta corriente está enfrentada a las hipótesis más conocidas acerca del calentamiento del planeta, hasta tal punto que sus previsiones sostienen todo lo contrario: que la Tierra camina hacia una nueva Edad de Hielo, hacia el enfriamiento. La mayor parte de los científicos soviéticos y rusos han sido partidarios de esta tesis, enfrentada a las concepciones ecologistas más extendidas en los países occidentales.
En la actualidad, dice el artículo, la ciencia es capaz de anticipar los ciclos solares con mucha más precisión que antes gracias al nuevo modelo que revela las irregularidades en el ritmo del sol que pueden producirse durante más de 11 años.
La profesora Zharkova pronostica que la actividad solar va a caer un 60 por ciento entre 2030 y 2040, lo que causará una Pequeña Edad de Hielo como la que se produjo entre 1645 y 1715, es decir, durante unos 70 años, que se conoce como el Mínimo de Maunder, una especie de glaciación (2).
Los astrónomos identifican la actividad solar en proporción inversa a las manchas sobre la superficie del Sol. Las manchas solares son regiones relativamente oscuras y frías en la superficie solar que indican regiones de intensa actividad magnética. Algunas de ellas son gigantescas, a menudo más grandes que la Tierra.
Durante siglos, los científicos han utilizado las manchas solares para medir la actividad solar. Como se pueden ver a simple vista, se conservan registros desde la época de los antiguos anales chinos, japoneses y coreanos que se remontan muchos años antes de nuestra era.
No obstante, algunos científicos creyeron que las manchas eran objetos que se interponían en la visión del Sol desde la Tierra, hasta que en 1610 Galileo demostró que eran fenómenos que ocurrían en el propio astro.
En 1801 William Herschel discutió la naturaleza de las manchas solares, su variabilidad, su efecto sobre el clima, y la posición de los planetas como posible fuerza causante.
En 1843 el alemán Heinrich S. Schwabe encontró que su número estaba sujeto a una variación cíclica, repitiéndose con un intervalo promedio de 11 años, mientras la longitud de cada ciclo dura entre 9 y 13 años. Los ciclos de Schwabe informan sobre la intensidad y la frecuencia de los fenómenos asociados con la actividad solar que afectan al clima y a la vida sobre la Tierra.
En 1893 el astrónomo inglés Edward W. Maunder buscó toda la información que pudo obtener desde las observaciones orientales más antiguas, descubriendo que la actividad solar sigue un ciclo de 11 años. Sin embargo, encontró un hueco: entre 1645 y 1715 nadie había registrado la existencia de ninguna mancha solar.
Incluso durante las fases mínimas de los ciclos de actividad solar es difícil que no haya ninguna. Los científicos creyeron que no se trataba de que no hubiera habido manchas solares en esos 70 años, sino que las mismas no habían podido ser observadas. La tesis de Maunder fue rechazada.
Aunque en 1922 Maunder volvió a insistir en las consecuencias que su tesis tiene sobre el clima del planeta, nadie le prestó atención. En occidente fue olvidado, hasta que en 1976 el astrónomo John A. Eddy publicó un estudio en la revista “Science” titulado “La desaparición de las manchas solares” en el que defendía lo que a partir de entonces se llamó “Mínimo de Maunder”.
Eddy, que falleció en 2009, investigó los datos de muchas regiones terrestres, incluyendo las “Crónicas del Lejano Oriente” que Maunder no pudo analizar y que abarcaban hasta el siglo V a.n.e. A partir de sus investigaciones la teoría del vínculo entre las manchas solares y la temperatura de la Tierra empezó a extenderse también entre los científicos occidentales, sobre todo entre los astrónomos. Esta teoría traslada el centro de gravedad del clima de la Tierra (CO2, invernadero) al Sol. No es tan sorprendente que los cambios en la actividad solar afecten a las condiciones climáticas de la Tierra porque el Sol es la fuente de energía del planeta y de él depende la vida.
En el último milenio, que ha sido predominantemente cálido, han ocurrido cinco mínimos solares que han bajado notablemente las temperaturas en la Tierra:
– Mínimo de Oort: entre 1010 y 1050
– Mínimo de Wolf: entre 1280 y 1340
– Mínimo de Spörer: entre 1450 y 1550
– Mínimo de Maunder: entre 1645 y 1717
– Mínimo de Dalton: entre 1790 y 1820
Los partidarios de la corriente ecológica más extendida se mofan afirmando que sus oponentes son astrólogos más que astrónomos, que se trata de una vieja superstición según la cual los astros condicionan la vida de la Tierra y de los hombres que la habitan. Según ellos, la causa del incremento de las temperaturas es el hombre y la intensa actividad industrial que ha desplegado desde mediados del siglo XIX.
Desde luego que las conclusiones de ambas corrientes no pueden estar enfrentadas de manera más radical: la tesis ecologista dominante pronostica un calentamiento, mientras que la otra predice un enfriamiento.
La tesis dominante es lineal: la concentración atmosférica de CO2 va a continuar aumentando y por lo tanto la temperatura también va a seguir aumentado indefinidamente. La tesis minoritaria, por el contrario, es cíclica: las temperaturas suben y bajan periódicamente, siguiendo los ritmos de las manchas solares.
(1) ‘Mini ice age’ coming in next fifteen years, new model of the Sun’s cycle shows, http://www.independent.co.uk/environment/climate-change/mini-ice-age-coming-in-next-fifteen-years-new-model-of-the-suns-cycle-shows-10382400.html
(2) Predicen una ‘mini edad del hielo’ para 2030 por baja actividad solar, http://www.europapress.es/ciencia/habitat-y-clima/noticia-predicen-mini-edad-hielo-2030-baja-actividad-solar-20150710124300.html