El mercenario francés Jean Pierre Cherid decía “Madrid nos paga y pone las siglas”. Era un miembro de la OAS (Organisation de l’Armée Secrète) que se había iniciado en el terrorismo de estado francés contra el FLN (Frente de Liberación Nacional) argelino en su lucha por la independencia del país africano y que acabó exiliado en España.
Poco tiempo después de pronunciar esta frase, una bomba que iba destinada a colocarse cerca de donde se iban a reunir varios miembros de ETA le estallaba en las manos. Entonces formaba parte del GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) creados por el gobierno del PSOE con el apoyo de la Policía y la Guardia Civil, pero ya había participado en otros atentados anteriores contra miembros de los grupos antifascistas tanto en España como en Francia. Entre sus pertenencias se le encontró un carne del Servicio de Información de la Guardia Civil. Según Teresa Rilo -su mujer- fue asesinado por “incómodo”.
Desde los años sesenta, España se convirtió en una colonia de vacaciones donde se entrenaban los escuadrones de las organizaciones fascistas europeas y latinoamericanas con el apoyo del franquismo y la embajada norteamericana. En mayo de 1961 el diario francés “L’Express” publica un artículo del periodista Claude Krief donde refiere que el 12 de abril de 1961, días antes que la OAS realizase un golpe de estado contra el general De Gaulle, se reunieron en Madrid varios miembros de la OAS con la presencia de “varios agentes extranjeros, incluyendo miembros de la CIA”.
En el artículo anterior se comentaba de forma somera la llegada de mercenarios italianos a España. Valerio Borghese, Stefano Della Chiae… Junto con la ayuda del exilio nazi en la Costa del Sol, amparado y protegido por Franco y los norteamericanos. Otto Skorzeny o Leon Degrelle fueron las figuras que más protección dieron a estos individuos. Formalmente, el objetivo de Gladio era prevenir una hipotética invasión del Ejército Rojo en Europa. En la práctica se dedicó a la eliminación física de dirigentes de la izquierda, sindicalistas, comunistas, estudiantes, etc.
La CIA dirige la transición española
Las protestas estudiantiles de finales de los sesenta en las universidades españolas y el surgimiento de un amplio movimiento antifascista fueron un buen entrenamiento para los futuros miembros de los grupos de choque del franquismo que actuaban en plena connivencia con la Policía, la Guardia Civil, el Ejército y la Judicatura. El recién creado SECED (Servicio Central de Documentación) de Carrero Blanco cuenta ya con numerosos contactos entre los miembros del SEU, Fuerza Nueva y Defensa Universitaria que se encargan de hacer aquello que oficialmente no se puede hacer. Se trata de redes que, con la muerte de Franco y en democracia, no sólo no se cortan sino que se amplían.
Los estertores de la muerte de Franco son agónicos para la élite que ha amasado grandes fortunas porque después de 40 años de seguridad y tranquilidad, viene un escenario que aparentemente es incierto. Pero desde varios años atrás, el SECED y la CIA con Carrero Blanco y Vernon Walters a la cabeza respectivamente, llevan preparando los escenarios posibles para llevar la Transición por donde tiene que ir. Walters ya se había entrevistado, por orden de Reagan, con Franco para consultarle qué pasaría después de su muerte pero el franquismo ya estaba haciendo los deberes: “Todo queda atado y bien atado”, diría Franco.
Aparte, surgía la incógnita de qué iba a pasar con las bases españolas que, para entonces, se tenía que renovar el convenio de cooperación entre España y Estados Unidos. El agente Fernández Monzón relata un encuentro en el Pentágono en el que un oficial le coloca un mapamundi y señalandólo le pregunta:
— ¿Qué ve ahí?
— Un mapamundi.
— Pero, ¿que hay en el centro?
— En el centro está España.
— Por eso está usted aquí.
Para ello, es necesario apartar a los elementos díscolos de este plan y la eliminación física de aquellos que estén dispuestos a combatirlo hasta sus últimas consecuencias. Para los primeros es necesaria la persuasión, para los segundos es necesaria la “mano dura”: es necesario un Gladio.
La CIA y el SECED dentro de los movimientos antifascistas españoles
El imperialismo norteamericano coloca ojos en todas partes, incluso en las organizaciones armadas. En septiembre de 1976, el diario comunista italiano L’Unitá publica un artículo pidiendo la libertad de un preso español que está en la prisión de Nápoles, con el curioso nombre de José Antonio Velasco Primo de Rivera, y afirmaba haber participado en el atentado contra Carrero Blanco reclamado por ETA. El coronel italiano Alberto Volo afirmó en una entrevista concedida a El País en 1990 que colaboró en la detención de este individuo junto con dos agentes españoles. Nunca más se supo de este individuo.
Pero más extraño es el caso del miembro de ETA Iñaki Pérez (alias “Wilson”), quien recibió la información para el atentado contra Carrero Blanco (y participó en él) de alguien que nunca supo -o quiso- confirmar en el Hotel Mindanao de Madrid. De hecho, parece que Carrero (a pesar de su anticomunismo) no estaba muy a favor de la supeditación española a Estados Unidos. Él pretendía hablar de igual a igual con Estados Unidos. El atentado se produjo con explosivos norteamericanos C-4. Wilson fue detenido en el verano de 1975 junto a su compañero de militancia “Txiki”. A él se le imputaba el magnicidio y la preparación de varios atracos en Barcelona. Txiki fue fusilado el 27 de septiembre y Wilson no fue juzgado. Al aplicársele la Ley de Amnistía fue puesto en libertad.
El caso de José Luis Espinosa: una carrera desde el franquismo a la ‘democracia’
En 1978, el dirigente del MPAIAC (Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario) Antonio Cubillo sufrió un atentado en su exilio en Argel, por parte de dos individuos a los que había conocido previamente. Unos días después, Cubillo iba a presentar en la ONU un informe sobre la descolonización de Canarias. Estos individuos se habían presentado como refugiados españoles. Quien le asestó las puñaladas a Cubillo se presentó como militante del FRAP donde había estado militando en Francia, aunque en realidad era un soldado de la BRIPAC (Brigada Paracaidista). Recibía órdenes de José Luis Espinosa, quien estaba bajo el mando del comisario Roberto Conesa y bajo órdenes del Ministro de Interior Martín Villa.
José Luis Espinosa era hijo de exiliados republicanos en Argelia. Gracias a ello, conoció a Cubillo en 1964 bajo el seudónimo de “Gustavo”. Desde entonces pasaba información sobre los movimientos de los antifascistas afincados en Argelia a la DGS (Dirección General de Seguridad) en Madrid. Es un personaje lúgubre. Gracias a su ascendencia de republicanos exiliados en Argelia, consigue introducirse en el PSOE y la UGT informando en todo momento de sus movimientos.
Espinosa llega al Congreso del PSOE de Suresnes -como representante de los socialistas murcianos- donde tiene la orden de descabezar al PSOE histórico de Rodolfo Llopis; y votar por un joven candidato que se hace llamar “Isidoro” (Felipe González) al que habían aupado desde el SECED y había atravesado la frontera francesa gracias al pasaporte que el agente español Fernández Monzón le había facilitado. En el documental “Cubillo, historia de un crimen de Estado”, Espinosa se quejaba de que nadie le había pagado por los servicios prestados. Tal vez haya que recordar esa frase que le dijeron los pretorianos romanos a los asesinos de Viriato : “Roma no paga a traidores”. Lo que sí consiguió fue “colocar” a su hijo como técnico de radio en el programa de deportes de la Cadena SER con el locutor José María García.
Y es que efectivamente Espinosa tenía varios “honores” a sus hombros. El 24 de enero de 1977, los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) secuestran a Antonio María de Oriol -Presidente del Consejo de Estado y Procurador en las Cortes franquistas- y al teniente general Villaescusa.
La acción era una respuesta al asesinato del estudiante Arturo Ruíz en una manifestación por la amnistía, por parte de Juan Ignacio Fernández Guaza (quien pudo escapar tranquilamente y en 2023 se le ha localizado en Buenos Aires en un cómodo exilio) y Jorge Cesarsky, un mercenario argentino afincado en España. Ambos dispararon desde donde se encontraba la Policía. José Luis Espinosa desvela que la cúpula del PCE(r) se encuentra en Alicante, a lo que sigue una enorme redada, detenciones y torturas a sus miembros.
Poco tiempo después, eran asesinados en París los miembros de los GRAPO Francisco Javier Eizaguirre y Aurelio Fernández Cario. Quienes, según el escritor Federico Utrera (autor de “Canarias, secreto de Estado”), habían estado en contacto previamente con Espinosa.
La modélica transición española avanzaba seduciendo a aquellos que apostaban por un entendimiento con los franquistas y eliminando a aquellos que apostaban por una ruptura total con el franquismo.