El PIB per cápita de los italianos se está acercando al de los franceses, lo que algunos venden como un éxito para Italia. Otros lo ven como un síntoma del hundimiento progresivo de Francia, que se encamina hacia una bancarrota sin paliativos.
El año pasado el primer ministro Michel Barnier dijo que Francia era “un país amenazado por una espada de Damocles”. Entonces el bono francés a 10 años se negociaba al 3 por cien, por encima del español y el portugués, algo que era impensable hace unos meses.
El déficit asciende al 6,1 por cien del PIB y hace dos años la Comisión Europea abrió un expediente por el exceso. Los medios convencionales ya no ocultan que la deuda está fuera de control. Les ha costado mucho tiempo arrojar la toalla. Unos hablan de que la económía podría ser intervenida por el FMI, lo mismo que Grecia hace unos años. Otros proponen una suspensión de los pagos por parte del Estado o, dicho más sutilmente, un fracaso de Hacienda para “renovar la deuda”.
El agujero no se limita al presupuesto del Estado, sino que también afecta al de la Seguridad Social. En un informe publicado hace unos días el Tribunal de Cuentas decía que el déficit de la Seguridad Social también está fuera de control y que a partir de 2027 habrá una “crisis de liquidez”.
Mientras tanto, Macron quiere echar más leña al fuego, multiplicar el gasto militar y las deudas. Quizá luego los que vengan detrás echen las culpas a Rusia de la quiebra de Francia.
Ya han legalizado la malversación de los fondos públicos: el dinero que se aprobó para un cierto destino, normalmente con fines electorales, se destinará a otro, aunque el mordisco más grande tiene que llegar con los recortes sociales, el fin la “ayuda al desarrollo” (15.000 millones de euros anuales), la congelación de las pensiones, el aumento de la edad de jubilación, la financiación de las ONG (23.000 millones al año), reducción del número de funcionarios, especialmente de maestros y profesores (4.000 menos), subida de las tarifas eléctricas, subida de los copagos a la sanidad pública….
Si el Parlmento aprueba los recortes, bien, y si no también. Hay que olvidarse de mayorías, minorías y coaliciones. No se puede perder ni un minuto. Barnier ya ha evocado la posibilidad de recurrir a los decretos.
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