La situación económica de Francia es la misma que la de cualquier otra potencia capitalista: recesión, inflación y endeudamiento. Como los tipos de interés están subiendo, el pago de la deuda pública se ha vuelto imposible. Son tres billones de euros, que casi alcanzan al 120 por cien del PIB francés.
Las deudas son una bola de nieve. Desde que Macron llegó a la presidencia hace seis años, la deuda ha sumado otros 600.000 millones de euros más. Como la mayoría de los países del mundo, Francia se endeuda para reembolsar deudas anteriores, es decir, que unas se pagan con las siguientes.
La calificación de la deuda pública francesa ha bajado y esta semana seguirá bajando. El gobierno teme que Standard & Poor’s la rebaje porque lleva desde diciembre bajo “vigilancia negativa”.
Si la calificación de la deuda sigue bajando, los especuladores se llevarán su dinero a otro país y Macron sumará otra humillación más. El gobierno está en un callejón sin salida. La Primera Ministra, Elisabeth Borne, ha pedido a todos los ministerios que reduzcan sus gastos en un cinco por cien.
Macron había prometido una reducción de impuestos 2.000 millones de euros antes de 2027, pero tiene que llevar a cabo una costosa transición energética y los bolsillos están completamente vacíos.
Los recortes a las pensiones sólo van a ahorrar 18.000 millones de euros al fisco, pero el gobierno necesita mucho más para imponer la transición energética. La factura verde es de 65.000 millones anuales de aquí a 2030.
El gobierno no puede sacar más dinero de los trabajadores y otros sectores populares. Desde la lucha de los chalecos amarillos y contra los recortes a las pensiones, Francia está empantanada en una batalla campal en las calles.
Al gobierno no se le ha ocurrido otra cosa que restablecer el ISF, un impuesto temporal sobre las grandes fortunas. Pero Macron derogó el ISF en 2017 cuando llegó a la presidencia, por lo que se trata de la confesión de un fracaso. Si el gobierno lo restablece, los especuladores sacarán su dinero del país y se marcharán a Estados Unidos.
En un informe presentado a la Primera Ministra la semana pasada, el economista Jean Pisani-Ferry aboga por un choque fiscal sin precedentes para financiar la transición ecológica.
En 2017 Pisani-Ferry fue el inspirador del programa económico de Macron cuando se presentó como candidato a la presidencia. Su plan es subir los impuestos. La otra alternativa es renunciar a la descarbonización y demás políticas verdes.
En cualquier caso, lo más probable es que la transición ecológica no se pueda llevar a cabo. No hay manera de pagar unas cantidades tan astronómicas, y menos en una situación de bancarrota económica, como la de Francia.
Que tal si dejamos de financiar la guerra y a la OTAN? A lo mejor ahorran algo!!