En los últimos años las sanciones económicas se han convertido en una de las herramientas más importantes de presión imperialista. Actualmente hay más de 20 países sometidos a diversas sanciones por parte del gobierno estadounidense, entre ellos Afganistán.
A pesar de ello, los medios de comunicación imputan a los talibanes el hambre, la carestía y todo tipo de privaciones que, por lo visto, no existían mientras duró la ocupación militar de Estados Unidos.
Sin embargo, en diciembre del año pasado un grupo de diputados del Congreso de Estados Unidos envió una carta a Biden en la que afirmaban: “La confiscación por parte de Estados Unidos de 9.400 millones de dólares de las reservas de divisas de Afganistán” hunde al país “más en una crisis económica y humanitaria”.
Las sanciones impuestas actualmente a Afganistán van a costar más vidas civiles en el próximo año que el número de víctimas de 20 años de guerra. Según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, el 98 por cien de la población ya no recibe suficientes alimentos.
Las previsiones indican que casi 23 millones de afganos se enfrentarán al hambre, lo que supone más de la mitad de la población afgana, la cifra más alta jamás registrada en el país.
Un millón de niños ya sufren desnutrición aguda grave. Los niños desnutridos tienen más probabilidades de morir de otras enfermedades, aunque reciban suficientes calorías y nutrientes para subsistir.
La sanción más destructiva a la que se enfrenta actualmente Afganistán es la confiscación de más de 9.000 millones de dólares de los activos del país embargados por el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos. Equivale a cerca del 40 por cien de la economía afgana y a unos 14 meses de importaciones del país, incluyendo alimentos, medicinas e infraestructuras esenciales de salud pública.
Pero el impacto de esta pérdida de activos del banco central es mucho más mortífero que la pérdida de importaciones esenciales. Los activos confiscados están en dólares; los países en general necesitan estas reservas de divisas para mantener los intercambios internacionales. Desde la congelación de las reservas de Afganistán, la escasez de efectivo y la pérdida de las relaciones con los bancos corresponsales han paralizado a los bancos afganos», dijo el Fondo Monetario Internacional (FMI) en octubre del año pasado.
Los reportajes de la prensa sobre el terreno describen el terrible coste humano de los trastornos derivados de la pérdida de las reservas: madres desesperadas que buscan medicinas para sus hijos demacrados, un número cada vez mayor de personas sin ingresos y agricultores que dejan de trabajar sus tierras.
La moneda afgana se ha depreciado más de un 25 por cien desde agosto de 2021, lo que ha puesto el precio de los alimentos y otros artículos de primera necesidad fuera del alcance de muchas personas en el que ya era el país más pobre de Asia. Los bancos han impuesto un límite de 400 dólares a las retiradas de efectivo, así como restricciones que impiden a las empresas pagar sus salarios. Esto está empujando a más personas al desempleo y al hambre.
El objetivo es poner a Afganistán bajo la dependencia de la mendicidad internacional y las ONG. Primero destruyen un país y luego tratan de soldar los pedazos.
Existen enormes dificultades para la entrega de la ayuda: el sistema bancario está paralizado, los bancos internacionales e incluso algunos grupos de ayuda son reacios a asumir los riesgos que conlleva la transferencia de fondos, y las sanciones y la consiguiente contracción económica están provocando averías en el transporte y otros servicios esenciales.
— https://www.limaohio.com/opinion/columns/496632/mark-weisbrot-u-s-sanctions-on-afghanistan-could-be-deadlier-than-20-years-of-war