Fue una reunión relámpago. Visto y no visto. “Lo que los americanos habían propuesto sobre el papel y nosotros apoyamos, ya no es del gusto de Estados Unidos”, ha dicho Lavrov. En Washington no se aclaran. Ahora mismo los sicarios de Kerry han debido pasar la noche en medio de un océano de papeles, rehaciendo unas propuestas para cambiarlas por otras. Lavrov dijo anoche que Estados Unidos quiere ganar tiempo, pero eso es más que discutible porque sus peones lo único que ya no tienen es tiempo. Sólo en el transcurso de esta noche, 3.000 yihadistas han capitulado y entregado sus armas.
“Los vamos a tratar como a terroristas”, está advirtiendo Lavrov una y otra vez a quienes no se rindan. Si el ejército sirio los agarra en su madriguera, las ONG y los medios de propaganda imperialistas van a tener carnaza para rato. Los titulares grandielocuentes van a llenar las primeras planas: venganza, masacre, matanza, ensañamiento, río de sangre… todo ello dirigido, como vienen repitiendo, contra “la población” de Alepo.
Las conversaciones quedaron en suspenso casi antes de empezar. Es la consecuencia lógica de dejar las cosas en manos de la Secretaría de Estado, pero es que las cosas ya no pueden ser de otra manera. A los yihadistas que no salgan de la madriguera por su propio pie, el único que puede sacarlos vivos es su jefe que siempre es el que manda, sobre todo en una guerra.
En Ginebra, pues, sólo se negocia un único punto del orden del día: si los yihadistas van a salir vivos del agujero o en cajas mortuorias. Estados Unidos sólo se preocupa por lo primero porque es un país humanitario. Lo otro corresponde a Bashar Al-Assad, que es un dictador.
El embajador francés en la ONU ha escrito que los imperialistas esperan que en Alepo el gobierno sirio cometa “una de las mayores masacres de civiles desde los tiempos de Segunda Guerra Mundial”. A partir de ahora empezarán a acusar a Bashar Al-Assad de “crímenes contra la humanidad” por haber liberado Alepo de la peste salafista.
Ese tipo de cortinas de humo va a servir para que Estados Unidos oculte uno de sus más grandes fracasos de los últimos tiempos, que es lo que empiezan ahora a discutir en los círculos influyentes de Washington. El antiguo embajador de Estados Unidos en Croacia, Peter W. Galbraith, publica un artículo en el New York Times destacando que el apoyo a los salafistas por parte de los dos partidos, el republicano y el demócrata, no sólo no ha podido cambiar el curso de la guerra sino que ha sido “contraproducente”.
Hasta ahora ha sido imposible leer algo así en un medio como el New York Times, acérrimo partidario de Obama, Clinton y el apoyo al yihadismo en Siria. “Afortunadamente, Rusia comparte numerosos objetivos con Estados Unidos”, escribe con alivio el antiguo embajador. La única salida de Estados Unidos es, pues, ¡Rusia!
Un antiguo espía que no se identifica dice a la agencia Reuters: “¿Quién ha ganado? Putin, los iraníes y Assad. ¿Quién ha perdido? Nosotros y especialmente Jordania [donde la CIA creó y armó a los grupos yihadistas], los saudíes y ciertos Estados del Golfo”.
Este sujeto añade algo más: aunque Estados Unidos abandone a sus lacayos sobre el terreno como acostumbra, los países del Golfo no lo harán; seguirán apoyando el yihadismo, dice, mientras que otro teme algo aún peor: que a partir de Alepo vuelvan sus armas contra Estados Unidos. Pero, ¿si tienen miedo de que los yihadistas repitan en cualquier ciudad de Estados Unidos lo que han hecho en Alepo, ¿por qué empeñarse en que salgan con vida de su madriguera?
Algún malpensado ya ha lanzado su explicación: porque en el cerco de Alepo han quedado atrapados un buen número de asesores militares del Pentágono y de la CIA.