El 13 de febrero de 2014, un grupo de aviones americanos (CSG-2), formado alrededor de un portaaviones con 90 aviones a bordo (97.000 toneladas de desplazamiento), abandonó la Base Naval de Norfolk con un destino desconocido. El grupo estaba formado por 16 buques de guerra, incluidos tres submarinos de ataque nuclear. Previamente el Truxtun, el Donald Cook y el Taylor habían llevado a cabo extensas misiones de reconocimiento en Crimea, con el pretexto de realizar ejercicios conjuntos con marineros búlgaros y rumanos en el Mar Negro.
Citando fuentes del Ministerio de Defensa de Ankara, [el periódico turco] Hürriyet dijo que antes de la partida del CSG-2, el Pentágono instó a Turquía (su aliado de la OTAN), a través de canales secretos, a permitir que el grupo aéreo naval estadounidense CSG-2 entrara en el Mar Negro.
En violación de la Convención de Montreux (1936), que no permite el cruce de los estrechos del Bósforo y Dardanelos con buques militares con una capacidad superior a 45.000 toneladas, Turquía aprobó la entrada.
El 18 de febrero el Presidente ucraniano Yanukovich fue engañado por los representantes de la Unión Europea y Estados Unidos, es decir, los que habían organizado Euromaidan en Kiev. El 22 de febrero Yanukovich abandonó Ucrania y las organizaciones fascistas Svoboda y Sector Derecho tomaro el poder.
El 22 de febrero, cuando Yanukovich ya no estaba en el poder en Ucrania, el CSG-2 estaba en el Mediterráneo. Según la información del ejército ruso, el grupo de aviación naval de Estados Unidos tenía la tarea de sustituir a los buques de la flota rusa del Mar Negro en las bases navales de Crimea.
Entonces Rusia comprendió que esa era la razón principal por la que Estados Unidos había invertido 5.000 millones de dólares para el éxito de Euromaidan. Y Vladimir Putin decidió actuar. Esa decisión salvó la vida de muchos ciudadanos de Crimea que habrían sufrido la misma suerte que los 42 ucranianos quemados vivos o arrojados desde el tercer piso de un edificio en Odessa por los fascistas de Euromaidan.
El 28 de febrero, bajo la presión de decenas de miles de manifestantes pro-rusos ante el Parlamento de la República Autónoma de Crimea, Putin reemplazó a Anatoly Mohyliov, Gobernador de Crimea, por Sergey Aksyonov. En muy poco tiempo, las fuerzas terrestres, navales y aéreas ucranianas de Crimea se vieron obligadas a rendirse sin luchar contra los “hombrecitos verdes”, las tropas de Putin.
La exactitud y la rapidez con la que actuaron el ejército ruso y los ciudadanos de Crimea impidieron que los estadounidenses llegaran a tiempo al Mar Negro. Como resultado, por orden del Pentágono, el grupo americano de aviación naval CSG-2 fue redirigido al puerto de Pieru en el Mar Egeo, donde hasta el 5 de marzo esperó el curso de los acontecimientos.
El 6 de marzo el Parlamento de la República Autónoma de Crimea votó a favor de la separación de Ucrania y decidió celebrar un referéndum sobre la unión con Rusia el 16 de marzo. El mismo día, el grupo CSG-2 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos recibió la orden de abandonar el puerto del Pireo para dirigirse a Antaya, Turquía.
Eso significaba reconocer que los estadounidenses habían perdido la batalla.
¿Hay algo de lo que los gringos no quieran apoderarse?
Algunos americanos sí llegaron a Crimea y hasta desenbarcaron. Pero civiles se movilizaron para bloquear accesos a las playas (carreteras) con coches. Haciendo turnos para mantener una presencia 24 horas al día. Ese bloqueo quizás no estaba en sus planes. Y una agresión contra civiles en tiempo de paz hubiera sido difícil de explicar a la opinión pública. Frente a la agresión y posterior invasión, Rusia analizó lo que se podía hacer. Y la jugada fué maestra.