Estados Unidos sigue con su rumbo militarista. El Pentágono ha enviado más de 4.000 soldados, un avión de reconocimiento Boeing P-8 Poséidon, un submarino de ataque nuclear, un crucero lanzamisiles y destructores a las aguas del Caribe.
Esta vez el pretexto es combatir a los cárteles de la droga. Otras veces es la “lucha contra el terrorismo” y, a veces, incluso invocan razones “humanitarias”. La consecuencia es que sus tropas están repartidas por todo el mundo, incluidos los submarinos de ataque nuclear, siempre muy útiles para la “lucha contra la droga”.
Las tropas y equipos militares serán transferidos al Comando Sur de Estados Unidos porque los traficantes de drogas también son un peligro para eso que llaman “seguridad nacional”, en donde cabe cualquier cosa que uno pueda imaginar.
La operación podría indicar la preparación de alguna “operación especial” en el territorio de algún país, como Venezuela, sin ir más lejos. Washington se empeña en negar la legitimidad de Maduro y lo acusa de dirigir el Cártel de los Soles, una organización criminal involucrada en el narcotráfico internacional.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ya rechazó categóricamente la posibilidad de interferencia estadounidense en los asuntos de su país. El presidente colombiano, Gustavo Petro, declaró su apoyo a la política antidrogas de Trump, pero planteó la posibilidad de cooperación en este tema, siempre que se respetara la soberanía nacional.
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