El nombramiento del general Joseph Aoun como presidente de Líbano confirma la tutela de Estados Unidos sobre el país, la influencia de sus aliados árabes y la sumisión de gran parte de la corrupta clase política libanesa a ambos. El objetivo es obligar a Hezbollah a abandonar la resistencia armada contra Israel y transformarse en otro partido político libanés.
Es casi imposible hablar de elecciones democráticas cuando sólo había un candidato, el comandante del ejército. Tampoco podemos hablar de soberanía cuando la lista de invitados a la votación parlamentaria la completó la embajadora de Estados Unidos, en su calidad de organizadora del evento y dirigente de facto del país.
Lo que muchos libaneses celebraron como una unión nacional fue la culminación de un plan calculado por Estados Unidos e Israel que se ha implementado en varias etapas. Comenzó empobreciendo al pueblo libanés destruyendo su economía, robando sus ahorros, colapsando su moneda y destrozando su otrora renombrado sistema bancario.
Si hay que felicitar, no al parlamento libanés ni a la mayoría de sus miembros, sino al enviado estadounidense y veterano del ejército israelí, Amos Hochstein. Sus múltiples visitas a Líbano, cuyo primer éxito fue la desastrosa demarcación de la frontera marítima que otorgó a Israel el bloque Karish, rico en hidrocarburos, prepararon el terreno para este resultado con la ayuda de algunas fuerzas sumisas de Líbano. Hochstein preparó la trampa y supervisó el proceso de captura al servicio del proyecto sionista en la región, empezando por la sede del más poderoso de sus movimientos de resistencia.
La implementación de este plan estadounidense-israelí contra Líbano comenzó hace unos meses con la guerra genocida que tuvo como blanco deliberado la base de apoyo civil de la resistencia bombardeando aldeas en el sur de Líbano, los suburbios del sur de Beirut y la región de la Bekaa.
Esta guerra fue coronada por el alto el fuego, concluido un día antes del derrocamiento del gobierno sirio, uno de los principales canales de apoyo a la resistencia libanesa. Celebraciones aparte, podemos predecir lo que nos depara el futuro leyendo las líneas del discurso de Aoun después de prestar juramento.
En primer lugar, afirmó el derecho del Estado libanés al monopolio de las armas. En la práctica, eso significa que el sueño sionista/estadounidense de desarmar a la resistencia libanesa se va a hacer realidad. Eso sólo puede hacerse voluntariamente o mediante un enfrentamiento militar. Lo cual significa que se avecina una crisis en el horizonte en Líbano.
Aoun no pronunció la palabra “resistencia” en su discurso, ni se refirió a sus sacrificios ni le agradeció por liberar el sur.
En segundo lugar, Aoun insistió en que los campamentos palestinos serán desarmados y colocados bajo control militar y que impedirán el reasentamiento de refugiados palestinos, supuestamente para proteger su derecho a regresar. Los campamentos sólo pueden ser desarmados siendo invadidos por la fuerza. Esto significa que llegarán más problemas.
En tercer lugar, Aoun pidió que se discuta una estrategia de defensa integral que permita al ejército libanés poner fin a la ocupación israelí del territorio libanés. Aquí hay una gran paradoja. ¿Cómo puede poner fin a la ocupación un ejército que no pudo defenderse del último asalto israelí que mató a varios de sus miembros, que está pagado por Estados Unidos y que no pudo evitar la destrucción de otras aldeas en el sur, incluso después de firmar un alto el fuego?
El nuevo presidente libanés se apresuró a prometer que no disfrutará de ninguna inmunidad en caso de corrupción o delito. ¿Pero cómo puede lograrlo cuando la mayoría de sus votantes son corruptos y ladrones de fondos públicos y una gran proporción de ellos se benefician de la protección de Estados Unidos y Francia?
Uno no puede evitar preguntarse si la ONU e Israel podrían haber logrado todos estos resultados si Hasan Nasrallah todavía estuviera vivo, si Hezbollah estuviera en su punto más fuerte y si la mayoría de sus principales dirigentes no hubieran sido asesinados, y si ciertos dirigentes libaneses no hubieran conspirado en su contra.
Por enésima vez, los acólitos árabes de Estados Unidos utilizan todas sus habilidades para apoyar a Israel y sus planes de expansión. Basta con preguntar a los firmantes de los acuerdos de Camp David, Oslo y Wadi Arba dónde están hoy, de 30 a 50 años después. Pregúntenles a los libios, sudaneses, irakíes y algunos yemeníes que confiaron en las promesas estadounidenses.
Líbano y todos los estados árabes que se han sometido al dictado estadounidense se están ahogando en deudas que la mayoría de ellos ya no tienen medios para hacer frente.
Con la profusión de puñales blandidos, el mundo árabe está pasando por una fase oscura y sombría. Pero inevitablemente saldrá de ahí, ya sea en un plazo más o menos largo.
Abdel Bari Atwan https://www.raialyoum.com/us-takes-charge-in-lebanon/