Los que esperaban una entrada “a saco” de las tropas israelíes en Gaza, se equivocaron. No son esos los planes de los sionistas, por más que su estilo siempre haya sido ese: operaciones de castigo rápidas y demoledoras contra Palestina o Líbano. Eran una especie de redadas de estilo policial. En 2014, por ejemplo, la Operación Margen Protector sólo duró tres semanas.
Ahora la noche del 27 de octubre las tropas israelíes entraron en el enclave costero desde el norte y el este en una operación, llamada “Espada de Hierro” que se está convirtiendo en lo más parecido a un asedio. No se trata de una decisión deliberada, sino obligada por la resistencia de las milicias palestinas.
Las tres semanas de intensos bombardeos son consecuencia de la previa experiencia israelí, cuando sus unidades sufrieron importantes bajas por carecer del apoyo de la aviación. En 2009, durante la Operación Plomo Fundido, trece soldados israelíes murieron cuando el ejército entró en zonas densamente pobladas. En 2014, durante la Operación Margen Protector, murieron 66 soldados.
Ahora bombardean las zonas más pobladas mientras que avanzan por las más despobladas, lo que indica que los ocupantes evitan el enfrentamiento con los combatientes palestinos, que les esperan en las áreas residenciales para aprovechar las condiciones físicas del terreno.
Las unidades sionistas aún se encuentran lejos de los túneles. Se mueven lentamente, con cautela. Entran en una zona, identifican posiciones y objetivos de fuego enemigos y se retiran rápidamente. Siguen los ataques aéreos y luego avanzan las tropas blindadas y la infantería.
El avance de las tropas israelíes es necesario para evitar una guerra urbana en este primer momento y sus movimientos están determinados por la resistencia palestina, más que por su propia iniciativa.
La táctica no va a funcionar cuando entren en las zonas más pobladas y, cuanto más se prolongue la operación, más perderá Israel su capacidad de mantener la iniciativa, a pesar de su superioridad técnica.