El reportaje del New York Times es una mezcla de muchas cosas. Se basa en entrevistas con más de 50 funcionarios, en
activo y retirados, del gobierno de Obama y con otras personas. Aunque no dice nada nuevo, detalla algunas piezas del montaje de la Primavera Árabe, fraguada por los imperialistas para desestabilizar el Magreb y Oriente Medio.
También expresa la profunda división en los círculos imperialistas de Washington y personaliza en Hillary Clinton, por encima de cualquier otro miembro del gobierno de Obama, la iniciativa del golpe contra Gadafi y la posterior destrucción del país africano.
No obstante, es posible que esa división sea consecuencia sólo de las próximas elecciones presidenciales y que después todo vuelva a su cauce. De cualquier manera, lo que para el New York Times es una buena prueba del valor de Hillary Clinton, para otros es detestable. En cualquier caso, la personalización del periódico es lo que permite que los políticos como Clinton tan pronto sean ensalzados como vituperados y, por ello mismo, piezas intercambiables de un engranaje, que es el que nunca puede fallar.
Para ensalzar a Clinton el periódico destaca el carácter “humanitario” de la intervención imperialista. Una vez más queda clara la preocupación de las grandes potencias por la vida y el bienestar de las masas en los países del Tercer Mundo.
Gracias a la humanidad de los imperialistas, Gadafi no pudo bombardear a los insurrectos, lo cual habría ocasionado una masacre. Según el New York Times, para evitar una masacre posible se organizó una masacre cierta.
Las masacres reales son preferibles a las virtuales porque éstas, aunque nunca han existido, hubieran sido mucho peores. Por eso las han impedido. Lo que Clinton hizo fue organizar una masacre para impedir otra aún peor, o dicho de otro modo, antes de que Gadafi mate a su pueblo, vamos a matarles nosotros.
Luego hay que tener en cuenta que bajo la verborrea del New York Times, lo que llaman “pueblo” son las fuerzas de Al-Qaeda en Libia, capitaneadas por Abdelhakim Belhadj, a quien los imperialistas conocían muy bien porque fue uno de sus presos.
En Libia se vuelve a demostrar que la Primera Árabe tuvo muy poco de espontánea y muy poco de interna. En febrero de 2011 las acciones de los manifestantes en Bengasi estaban coordinadas por comandos franceses y los imperialistas jamás improvisan ese tipo de operativos.