El FIS había obtenido una victoria aplastante en la primera vuelta y no hubo oportunidad de una segunda. El autogolpe condujo a un levantamiento popular que duró 10 años y costó miles de muertos. La resistencia armada fue apoyada por una gran parte de la población argelina, e incluso, en medio de una impresionante campaña de intoxicación mediática en todo el mundo, el propio gobierno argelino creó un grupo terrorista islámico, el GIA (Grupo Islámico Armado), para combatir a los islamistas del FIS.
Cuando los islamistas del GIA comenzaron a matar islamistas, el asunto empezó a oler mal porque apareció la esencia misma del imperialismo: divide y vencerás. Fue una guerra civil dentro de otra guerra civil porque, una vez reducido a la clandestinidad, el FIS creó su propio grupo armado, denominado AIS (Ejército Islámico de Salvación).
Con los años un coronel del servicio secreto argelino, Mohammed Samraoui, escribió un libro («Crónica de los años de sangre») en el que reconocía que el GIA lo crearon ellos. El subtítulo era «Cómo los servicios secretos manipularon a los groupos islamistas» (1). No era muy exacto. En realidad lo que hicieron fue inventarse un cierto islamismo para combatir al islamismo.
Hablar del Islam como una unidad política o religiosa es, pues, un grave error. Incluso el GIA nunca logró convertirse en una marioneta de los militares argelinos, que sólo llegaron a controlar a una fracción muy minoritaria, de la que la mayoría se desligó para crear, a su vez, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC).
El gobierno argelino se frotó las manos cuando estos grupos comenzaron a matarse entre ellos. Los militares parecieron el mal menor, un concepto que en el Islam no tiene cabida: no hay males mayores y menores, el mal siempre es malo. Aprovecharon las matanzas indiscriminadas de la población civil para recuperar la confianza de los argelinos situándose al margen de aquellos bárbaros islamistas.
No obstante, en su libro el coronel Samraoui reconoce que el servicio secereto argelino creó los comandos armados islamistas bastante antes de las elecciones, algo que debió conocer muy de cerca porque entre 1990 y 1992 fue el adjunto de Smain Lamari, el jefe del contraespionaje argelino. El coronel confirma que los terroristas más sanguinarios, como el propio Djamel Zitouni, el jefe del GIA, un mercenario analfabeto, antiguo vendedor de pollos, era un agente a sueldo de los generales, dice Samraoui, que fueron quienes le promocionaron dentro de la organización, hasta el punto de que se convirtió en un emir de la misma en 1994.
La responsabilidad de la Unión Europea en el terrorismo del GIA no se ciñe sólo a la aprobación del golpe de Estado de 1992 sino que la DST, el contraespionaje francés, fue cómplice de los militares argelinos, a pesar de los asesinatos que el GIA cometió en suelo francés. El espionaje argelino operaba en Francia bajo la supervisión francesa, a la que mantenía puntualmente informada, incluidos sus infiltrados, cuyos planes la DST protegió.
Es el caso de Alí Touchent, un agente de la inteligencia argelina, conocido por los franceses, que fue enviado a Europa para cometer atentados sangrientos, como los de París de 1995, que se podían haber evitado, según Samraoui. No le interesó al contraespionaje francés porque les permitió poner a Francia y, sobre todo a París, bajo un estado de excepción con el que cualquier cosa se podía justificar.
El caso del GIA en Argelia es la continuación de la táctica de los escuadrones de la muerte que los militares pusieron en marcha en Latinoamérica en los años setenta. Se supo desde el primer momento. El mérito de haberlo denunciado corresponde, además de los propios espías y policías argelinos (2), a los islamistas argelinos, es decir, que ellos eran las víctimas y no los victimarios.
(2) Un officier algérien accuse les services secrets dans les attentats de Paris, Le Monde, 10 de noviembre de 1997, http://www.algeria-watch.org/mrv/mrvmass/officieraccuse.htm.