Lo mismo cabe decir del hundimiento de la cotización de las monedas fiduciarias y el gigantesco endeudamiento mundial, tanto de empresas como de países enteros.
Las medidas que vienen anunciando redundan en más de lo mismo, lo que conducirá a futuras caídas de la bolsa y al hundimiento de los fondos de inversión y de pensiones… excepto aquellos que formen sus reservas con oro.
El 18 por ciento de los bancos centrales también planean comprar más oro para escapar de la quema.
Según el Citigroup, el oro alcanzará el precio de 2.100 dólares la onza. Por su parte, Goldman Sachs pronostica que en 12 meses subirá a 2.300 dólares, mientras que previsiones del Banco de América es que llegue a 3.000 dólares en los próximos 18 meses.
La situación es parecida a la de Alemania en 1923, una espiral inflacionaria como pocas veces se ha visto en la historia, con terroríficas consecuencia sobre el nivel de vida de las masas en todo el mundo.
En 2018 la producción mundial de oro es de 3.260 toneladas, lo que supone un aumento de sólo un 1 por ciento con respecto al año anterior.
El oro es el dinero, el único dinero, “medio de atesoramiento”, lo llamaba Marx, o “valor refugio”. De simple agente mediador del metabolismo, escribió Marx, el oro se convierte en “fin último” (*).
Los capitalistas corren a refugiarse en el oro en cuanto llega el naufragio, cuando ya no hay ningún asidero para mantenerse a flote.
Ese momento ya está aquí.
(*) Marx, El Capital, tomo I, pg.88