El miércoles el Ministerio de Sanidad volvió a cambiar la manera de contar los muertos de la pandemia para incluir a los casos “sospechosos” de coronavirus, que son aquellos de los que no se les puede confirmar que padecieran la enfermedad antes de la muerte, pero que presentaban “síntomas claramente compatibles” con la misma.
Como tantos otros países, oficialmente España no ha practicado autopsias que demuestren las verdaderas causas de los fallecimientos, aunque se sabe que desde abril se han llevado a cabo algunas de manera reservada, de las que no han ofrecido ningun clase de información hasta la fecha.
Tampoco practicaron tests a todos los “sospechosos” porque durante la primera ola de la pandemia no había dispositivos suficientes para ello, ni PCR ni de ningún otro tipo.
Venimos afirmando desde el principio que las manoseadas cifras de la pandemia se largan a ojo de buen cubero y que cuando no cuadran se van cambiando sobre la marcha, quitanto y poniendo muertos según las necesidades políticas del estado de excepción o el toque de queda.
A mediados de mayo se produjo el primer cambio en la manera de contar, sacando de las estadísticas a unos 2.000 “sospechosos”. Ahora se vuelve a cambiar para incluirlos con carácter retroactivo, tal y como recomienda la OMS.
A falta de datos comprobados, la mayor parte recurre a un medio indirecto de cálculo, que es el exceso de mortalidad con respecto a años anteriores. La mayor parte de los medios aseguran que dicho exceso en España es el mayor de Europa. Oficialmente el número de muertos por coronavirus en España a primeros de noviembre es de de 36.500, aunque hay quien eleva la cifra hasta los 58.000 muertos.
Lo cierto es que no lo sabemos. A fecha de hoy nadie puede asegurar que este año ha habido un exceso de muertes y mucho menos que el motivo de ello, si lo hay, se pueda imputar a ningún virus.
Las especulaciones al respecto pasan por alto un aspecto fundamental de la pandemia, el confinamiento, ya que, por definición, no sólo no ha causado ninguna muerte sino que se impuso para evitarlas.
Es otra de las grandes cortinas de humo de esta magna obra de ingeniería del comportamiento social.
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