La CIA acaba de publicar su informe anual sobre las nuevas amenazas a las que se enfrenta el mundo, o sea, Estados Unidos. Se titula “Rusia, Ucrania, Europa oriental y otros riesgos de conflicto”.
Los “expertos” del espionaje son como los de la OMS, los del Banco de España y demás. Su manual es un compendio de gilipolleces y obviedades variadas. Poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el asesor de Bush pronunció una frase que lo explica: “Ahora somos un imperio, y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad”. La CIA ha hecho suyo ese mantra. La rfealidad es lo que diga la CIA; lo demás son bulos y noticias falsas.
El espionaje se rige por un principio muy simple: si de verdad conocen un secreto, no lo divulgan, así que el libro está repleto de páginas en blanco. Desde la guerra de Ucrania, dice el manual, la CIA “ha vuelto a su misión principal: la inteligencia”. La pregunta es obvia: ¿qué ha estado haciendo hasta ahora?
Refiriéndose a los datos proporcionados por la central justo antes del inicio de la Guerra de Ucrania, escriben la siguiente cursilería: “La información ha seguido fluyendo, precisa, implacable, actualizada regularmente como las observaciones meteorológicas de un tornado en desarrollo”.
En cuanto a las amenazas a las que se enfrenta el mundo, o sea, Estados Unidos, los espías siguen con sus frases vacías: “Estos retos se cruzarán e interactuarán de forma impredecible, dando lugar a efectos que se refuerzan mutuamente y que pueden suponer un reto para nuestra capacidad de respuesta, pero también para aprovechar nuevas oportunidades de actuar colectivamente con aliados y socios contra la renovada amenaza de la agresión de los Estados-nación y las nuevas amenazas a la seguridad humana”.
Como ven, la CIA no se limita a hablar en nombre del mundo sino de la humanidad, porque el origen del Homo sapiens nunca estuvo en África. Todo empieza y acaba en Langley,
El manual se complementa con la comparecencia del jefe de la central, William Burns, ante el Comité de Inteligencia del Congreso el 8 de marzo, quince días después del inicio de la Guerra de Ucrania. A muchos les sonará de lo que han escuchado en todos los canales de televisión.
A una pregunta sobre el riesgo nuclear, Burns dijo a los diputados: “En respuesta a su pregunta directa sobre un escenario en el que la OTAN y Estados Unidos se vieran directamente implicados en un conflicto militar con Rusia, la doctrina rusa es que escalamos para desescalar”.
Este es el nivel. No se esfuercen por encontrarle un significado a la frase. Ni la CIA ni su jefe dan para más, a pesar de gastar casi 100.000 millones de dólares todos los años.
A Burns los diputados le preguntan por el número de soldados rusos que han muerto en los primeros 15 días de combates y responde de una manera no menos indignante: “Con un bajo grado de fiabilidad, entre dos y cuatro mil soldados”. ¿Cómo es posible que la CIA sólo sepa el dato “con un bajo grado de fiabilidad”? Si a una pregunta tan importante, la gigantesca legión de espías de Langley no es capaz de responder fiablemente, ¿qué podemos esperar de las demás cuestiones mundiales que aborda el manual?
Afortunadamente nos consuela saber que si la CIA no sabe nada, Putin tampoco está bien informado de la realidad del mundo. Fue a la guerra “aislado”, dice Burns, basándose en “suposiciones” que resultaron ser “falsas” todas ellas. Si la CIA no sabe nada, lo que sabe Putin es equivocado… El mundo va a ciegas…
¿Realmente los tipejos de la CIA son tan inútiles como parece en el manual o se lo montan así?
Muy interesante y realista.