Ha muerto George H. W. Bush quien, como buen César del imperio norteamericano, dejó su legado de muerte y destrucción en algunos territorios controlados desde la Roma moderna, Washington. Irak y Panamá comparten el lamentable “honor” de haberse convertido en trofeos de guerra del emperador recientemente fallecido.
Hasta el día de hoy, la invasión ordenada por él el 20 de diciembre de 1989 contra Panamá sigue siendo el hecho más sangriento de nuestra historia. Más sangriento que el 9 de enero de 1964, que la independencia de España y la separación de Colombia. Para encontrar algo tan sangriento debemos remontarnos a la Guerra de los Mil Días o a las matanzas de los conquistadores españoles Balboa, Pedrarias y Gaspar de Espinosa.
El sismógrafo de la Universidad de Panamá registró 417 impactos de bombas en las primeras 14 horas de la invasión. De ese total, 66 bombas cayeron en los primeros 4 minutos.
En el libro “La verdad sobre la invasión” hemos dicho: “En una sola noche las tropas norteamericanas asesinaron 100 veces más panameños que 21 años de régimen militar. En una sola semana se hicieron 100 veces más prisioneros políticos que los que hubo en 5 años de régimen norieguista… se mataron civiles inocentes que no estaban en combate… murieron niños y mujeres embarazadas”.
La invasión produjo 2000 heridos contabilizados por la Cruz Roja, 18 mil personas perdieron sus hogares en El Chorrillo, cuyas casas fueron incendiadas por las tropas norteamericanas, y no por los “batalloneros” como falsamente se ha dicho. Se arrestaron más de 5000 personas, entre militares y civiles, y se las condujo a un campo de concentración en Nuevo Emperador. Para el sector privado las pérdidas materiales se contabilizaron en 400 millones de dólares. El sector público nunca hizo balance de sus pérdidas.
¿Cuántos muertos hubo? A ciencia cierta no se sabe porque todos los gobiernos que se han sucedido desde 1990 han actuado en complicidad para ocultar estos crímenes y no han investigado. El gobierno de Juan C. Varela estableció una Comisión del 20 de Diciembre, que debe cumplir la misión de esclarecer la cuantía de los muertos, entre otras cosas. Estamos a la espera de conocer los resultados de sus investigaciones.
El Comando Sur reconoció 314 militares panameños caídos en combate, frente a 23 norteamericanos. No reconoció muertos civiles. Pero el Comité Panameño de Derechos Humanos reconocía en 1990 tener una lista de 556 muertos, que incluía 93 desaparecidos. La directora del Hospital Santo Tomás nombrada por Endara hablo de 61 cadáveres en su morgue y de otros 70 a 80 en la de la Caja de Seguro Social. Isabel Corro, del Comité de los Caídos del 20D, hablaba de más de mil, y Ramsey Clark, exprocurador norteamericano que estuvo en Panamá especuló con más de 7.000 muertes.
Quienes han procurado lavar la responsabilidad de George H. Bush sobre estos crímenes, achacan toda la responsabilidad al general Manuel Noriega, y alegan que “la invasión fue para salvarnos del dictador y traernos la democracia”.
Pero cualquier persona inteligente puede apreciar los frutos de la invasión del 20D casi tres décadas después: un régimen político antidemocrático y corrupto; un modelo económico neoliberal injusto; un canal al servicio de la oligarquía; una política exterior sometida al Departamento de Estado. Sin duda, hoy seguimos sufriendo los efectos de la invasión ordenada por G.H. Bush.
—Olmedo Beluche https://www.alainet.org/es/articulo/197267