A un cabo primero de la Guardia Civil le pillaron cobrando su propio «impuesto» a los vendedores del mercadillo ambulante que se celebra los sábados en el Charco de la Pava de Sevilla.
Uno de esos días de mercadillo, la policía local de Sevilla descubrió que los vendedores de los puestos empezaban a desplegarlos una vez finalizado el horario autorizado por el Ayuntamiento. Preguntados por los agentes, los vendedores -en su mayoría rumanos- manifestaron que habían pagado por instalar su puesto.
Los rumanos señalaron a dos personas que se encontraban allí, uno de los cuales resultó ser el guardia civil, que recaudaba sus propios impuestos, quien dijo a los policías locales que trabajaban por encargo de la Asociación de Comerciantes Ambulantes.
Hicieron la vista gorda. No pasa nada. Hasta aquí todo como si fuese normal, o sea, como siempre. Pero unos días más tarde uno de los policías locales que intervino en la actuación vio al cabo primero en el funeral del hijo de otro policía local y días después comprobó que el referido cabo realizaba una especie de labores propias de vigilante de seguridad privada del mercadillo, cobrando la correspondiente mordida a los vendedores, además de avisarles cuando la policía local se acercaba por los alrededores.
Al cabo primero le detuvieron y en ese preciso momento le incautaron una carpeta que contenía un mapa con los puestos ambulantes del mercadillo, recibos por valor de cuatro euros, tablas de control e identidades de los vendedores.
En ese momento les dijo a los policías locales que le ponían las esposas que cobraba por la instalación de los puestos una pequeña cantidad por la que obtenía una gratificación de 50 o 60 euros al día y que lo hacía porque «necesitaba dinero extra, pues estaba un poco ‘cogido’ con el tema de la hipoteca de la casa».
Añadió que no creía que estuviera haciendo nada malo porque «no estaba trapicheando con droga ni nada». No hay derecho. Una verdadera injusticia por parte de la policía local del Charco de la Pava.