Haider Al-Abadi |
Un intento de partición de Irak coordinado por Estados Unidos, Israel, Jordania y Turquía, en complicidad con Arabia Saudita y Qatar, se inició en 2014. Según lo previsto en el plan inicial, los yihadistas del Emirato Islámico (Daesh, anteriormente identificado como EIIL) invadieron la región de al-Anbar y el gobierno regional kurdo de Irak se apoderó de los campos petrolíferos de Kirkuk, pertenecientes al gobierno central iraquí [1]. En aquel momento, las tropas iraquíes se retiraron sin oponer resistencia a los yihadistas ni a los kurdos, dejando en manos de esas fuerzas el armamento nuevo que Washington acababa de entregar a Bagdad, lo cual también formaba parte del plan.
Seguidamente, Washington organizó la destitución del entonces primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, quien se oponía al desmembramiento de su país. Para sacarlo del poder, se desató una campaña de prensa internacional en la que se afirmaba que al-Maliki privilegiaba a los chiítas en relación con los sunnitas, cuando en realidad acababa de ser cómodamente reelecto al cargo de primer ministro con el respaldo de ambas comunidades.
Sin embargo, debido al lento pero inexorable avance del ejército sirio del otro lado de la frontera y al acuerdo entre Moscú y Washington, la idea de crear un gran Kurdistán que abarcaría territorios pertenecientes a Irak y a Siria ahora parece haber sido abandonada o pospuesta [2].
Al igual que el norte de Siria, los campos petrolíferos de Kirkuk no son territorios históricamente kurdos. El presupuesto nacional del Estado iraquí prevé la entrada de fondos frescos provenientes de la explotación de los yacimientos de Kirkuk, hoy bajo control del gobierno regional del Kurdistán iraquí, que está explotando ese petróleo para sí mismo y exportándolo a través de su propio oleoducto, junto con el petróleo robado del Emirato Islámico.
Ante esa situación, totalmente negativa para Bagdad, el nuevo primer ministro iraquí, Haider al-Abadi logró deshacerse de algunos de los políticos sobornados por Washington, formó un nuevo gobierno, el 15 de agosto de 2016, y de hecho está retomando la política de su predecesor.
En Erbil, sede del gobierno regional kurdo iraquí, existe inquietud sobre las posibles consecuencias de un proceso de paz ya que el presidente Massud Barzani, cuyo mandato en el Kurdistán iraquí expiró en junio de 2013, aprovechó la confusión creada por la invasión yihadista para posponer sine die las elecciones y mantenerse en el poder eliminando a sus opositores.
La restitución de los territorios conquistados por los kurdos iraquíes aprovechando la invasión yihadista de 2013 reduciría en un 40% la superficie total del territorio actualmente bajo control del clan Barzani. Pero lo más importante es que la pérdida de los campos petrolíferos de Kirkuk provocaría una drástica disminución de sus colosales ganancias actuales y le impediría proseguir el trafico de petróleo que hoy mantiene junto al Emirato Islámico y Turquía.
[2] Los proyectos (diferentes) de creación de un Kurdistán, por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de septiembre de 2016.