Gracias a las protestas obreras y populares, en China ha llegado el momento de la relajación de las restricciones sanitarias. El viernes varias ciudades flexibilizaron la aplicación de la política de “covid cero”, empezando por el abandono de las pruebas masivas diarias que pesaban como una losa sobre la vida cotidiana de millones de personas.
En Chengdu, al suroeste de China, ya no exigen un resultado negativo reciente para acceder a los lugares y transportes públicos, sino que se requerirá un pasaporte sanitario.
Pekín autoriza a los hospitales a atender a los pacientes que no tengan un resultado negativo en la prueba de la PCR de hace menos de 48 horas, a pesar de que la denegación de atención por ese motivo ha sido responsable de varias muertes, incluida la de un bebé, que ha conmocionado especialmente a los chinos.
Otras ciudades se están tomando la libertad de reabrir restaurantes, centros comerciales y escuelas. En particular, la capital de Xinjiang, Urumqi, permite a sus cuatro millones de habitantes volver a los supermercados, hoteles, restaurantes y estaciones de esquí.
Hasta China venía exigiendo pruebas de PCR casi diarias para acceder a lugares públicos, con cuarentenas regulares de empresas, edificios, barrios e incluso ciudades enteras.
Los funcionarios se han visto obligados a teletrabajar cuando pueden, y los trabajadores no pueden llegar a sus fábricas. En primavera, la capital económica china, Shanghai, fue sometida a un confinamiento estricto. Todas estas medidas han acabado por desbordar a los chinos tras dos años y medio de restricciones infundadas.
A pesar de la represión policial, la protesta, que culminó el pasado fin de semana, se extendió rápidamente a las grandes ciudades del país como Pekín, Shangai, Guangzhou y Wuhan. Para el gobierno ha sido la ola de protestas más extendida desde hace décadas.
Sorprendidas por la magnitud del movimiento, las autoridades parecen dispuestas a suavizar sus políticas sanitarias. Al no hacer pruebas masivas PCR, el número de “casos” se reducirá ostensiblemente, como en los demás países del mundo, sirviendo de pretexto para dar por finalizadas las restricciones.
El miércoles el viceprimer ministro Sun Chunlan admitió ante la Comisión Nacional de Salud que “el enfoque de China sobre el virus se enfrenta a nuevas circunstancias y nuevas tareas”. Sun Chunlan no resistió la tentación de aferrarse al mito: la variante ómicron es menos peligrosa y la vacunación ha logrado sus frutos.
Ni una cosa ni la otra son ciertas. Las restricciones no se impusieron ni se van a eliminar por motivos sanitarios. Ni en China ni en ningún otro lugar del mundo.
Otro gobierno globalista, que relaja las restricciones por hartazgo de la población, alguien tiene dudas, control de la población, amenazas aguadas contra EEUU.
Hemos marcado un hito.
Porque las masas funcionan de forma muy diferente a las personas individuales.
Ahora FalsiMedia bombardeará diciendo que «Las autoridades chinas han decidido finalizar las restricciones coronavirus porque la tasa de infección logarítmica multiplicada por la parte contratante de la segunda parte, es igual a la sumatoria PCR taxonómica del contagio positrónico chindasvíntico, y no tratéis de entenderlo, porque no sois virólogos. So idiotas» .
Algún desnortado de esos que presta atención a la jerigonza envarada para impresionar al pueblo que escupen desde los púlpitos del poder se creerá los argumentos oficiales. Pero en el inconsciente colectivo de las masas (por ahora de las chinas; mañana… veremos a ver) hay ya una idea formada: «Nos estuvieron destrozando la vida, hasta el día que nos echamos a la calle con intención de arrasarlos» .
Las masas acaban de recibir una comprensión de uno de los fundamentos de la Libertad: que se consigue, se mantiene y se pierde a machetazos.
Gracias, pueblo chino, por reunir la fuerza humana interior suficiente de hacer algo que iba tan en contra de vuestros fundamentos: oponeros a vuestros dirigentes. Tal vez estéis ayudando a desatascar uno de los engranajes de la Historia de la Humanidad.