“Hoy día es muy fácil comprar un pequeño dron en una tienda y convertirlo en un arma”, dice Paul Scharre, director del Programa de Tecnología y Seguridad Nacional del Centro para una Nueva Seguridad Americana. Debido a que estos dispositivos son pequeños y sólo pueden llevar cargas explosivas ligeras, son muy eficaces contra las unidades de infantería.
“Por primera vez desde la Guerra de Corea, los militares estadounidenses se ven obligados a mirar encima de sus cabezas”, añade Spencer. Durante la batalla para retomar Mosul, Irak, en 2016 y 2017, “los aviones no tripulados fueron una amenaza diaria, y si haces creer a los soldados que son vulnerables desde el aire, ya eres efectivo”.
El 14 de septiembre del año pasado dos ataques con drones y misiles alcanzaron el mayor complejo de refino de petróleo del mundo en Arabia saudí y un importante yacimiento petrolífero. Estos ataques, llevados a cabo por dos docenas de drones, aumentaron las tensiones en la región en un punto.
La defensa antiaérea rusa informó de que había derribado 45 aviones no tripulados que tenían como objetivo su base principal en Siria. Trece de esos ataques fueron dirigidos directamente a la base aérea de la provincia de Latakia.
Como todas las demás, esta arma se desarrollará rápidamente, se hará más compleja y más letal. Pronto los ataques los llevarán a cabo enjambres de drones, lo que planteará desafíos más complejos a los grandes ejércitos imperialistas. Los múltiples drones que atacan su objetivo al mismo tiempo obligarán a los defensores a identificar, rastrear, apuntar y destruir varios objetos voladores de forma rápida y casi simultánea.
Eso será aún más complejo cuando los drones se puedan comunicar entre sí durante el ataque. Ya no se trata de enviar un dron a su objetivo, sino de hacer que cooperen y se adapten a los movimientos y acciones del defensor. Aún no hemos llegado a eso, pero la investigación en esta área está en curso en todo el mundo. Así que el desafío para los ejércitos imperialistas será encontrar una solución a los drones “inteligentes” que plantean un nuevo problema táctico.
El ejército de Estados Unidos ha comenzado a trabajar en contramedidas para reducir los ataques de drones. Pero no tiene aún las herramientas adecuadas para combatir ese tipo de amenaza. Los sistemas de defensa aérea, como los radares, no están optimizados para detectar los drones porque éstos tienen una señal más baja y pueden volar a baja altura. Una vez detectados, pueden ser neutralizados por misiles tierra-aire. En palabras del Pentágono, es una solución muy costosa para un problema “barato”.
Los desafíos están empujando al ejército de Estados Unidos a buscar soluciones móviles, portátiles y asequibles, como los láseres o la munición disparada a velocidades muy altas.
La fabricación de un láser o de un arma de energía dirigida requiere una inversión significativa pero, una vez que se hace, no hay ningún costo adicional en su uso. Los cartuchos también son baratos de fabricar. Por ejemplo, una ametralladora puede ser una herramienta efectiva.
Los sistemas de interferencia o las microondas de alta intensidad pueden “cocinar” los componentes electrónicos de un dron y, por lo tanto, son herramientas muy interesantes, especialmente si el ataque lo realiza un enjambre de drones.
En enero de 2017 el Pentágono anunció que había probado con éxito el despliegue en California de uno de los mayores enjambres de drones del mundo. La prueba tuvo lugar en octubre de 2016 con 103 drones “Partridge” lanzados desde tres aviones F/A-18 Super Hornet. Las máquinas mostraron un comportamiento de enjambre, como la toma de decisiones colectivas, o formaciones de vuelo adaptadas.
Es la primera vez que el Pentágono ha utilizado sistemas autónomos pequeños y baratos para realizar misiones que antes eran realizadas por sistemas más grandes y muy costosos.
El año pasado Darpa lanzó el segundo de los seis componentes de su programa Offset (Tácticas ofensivas habilitadas por enjambres) en Fort Benning, Georgia: pequeñas unidades de infantería utilizan enjambres (hasta 250 unidades) de drones o robots para llevar a cabo misiones difíciles y complejas en entornos urbanos.
El programa Offset debería permitir que los grandes sistemas de enjambres autónomos y de colaboración proporcionen una iluminación completa a las pequeñas unidades terrestres que operan en zonas urbanas, donde las estructuras verticales, los espacios confinados y obstruidos y la línea de horizonte limitada actúan como barreras a la movilidad y las comunicaciones.
China y Rusia están invirtiendo en la investigación y desarrollo de la próxima generación de drones. En 2018 el gasto militar mundial en robótica e inteligencia artificial alcanzó la cifra récord de 39.200 millones de dólares. Según un informe del Pentágono, se espera que esta cifra aumente a 60.000 millones de dólares para 2027.
Muchos países están invirtiendo en drones e inteligencia artificial, ya que estos dos instrumentos combinados pueden proporcionar una fuerza aérea a un costo menor. Sin embargo, el ejército de Estados Unidos no parece estar preparado para enfrentar estas nuevas armas que se están desarrollando en Rusia, pero especialmente en China.