En el argot de la política internacional se denomina “diplomacia de defensa” a todas aquellas operaciones que rodean a la industria militar que, aparte de su papel bélico, contienen otro eminentemente político.
El caso de las relaciones de España con Israel es uno de los ejemplos más evidentes de cómo funciona esta diplomacia, donde la balanza comercial armamentista tiene un claro balance desigual entre lo que España exporta frente a lo que importa. España adquiere de Israel no solamente armas y tecnología, sino que también importa la llamada “tecnología de opresión” que hace que los vínculos entre ambos países sean más profundos de lo que parece.
Las importaciones superan ampliamente las exportaciones
Israel cuenta con una puntera industria militar y policial que provee prácticamente a todas las fuerzas militares y de seguridad españolas, y es aparte uno de los principales vendedores de armamento. El negocio es millonario y de él dependen muchas de las últimas tecnologías que se usan aquí, tanto a nivel bélico como represivo.
En el año 2021, el último del que hay datos oficiales que publica, a discreción, la Secretaría de Estado de Comercio, Israel fue el sexto país suministrador directo de productos de defensa a la industria nacional. En concreto fueron 47 millones de euros, el 1,7 por ciento del total. Para ello, Israel suele recurrir a acuerdos con empresas españolas que le abren la puerta del mercado nacional. Ahora bien, este dato es parcial, ya que éste se refiere a aquellos productos bélicos que son cien por cien “made in Israel”, pero no se cuenta toda la producción subsidiaria de la entidad sionista, que se hace a través de empresas pantalla y de terceros países.
Más allá de la retórica política que el gobierno español ha mantenido en los últimos meses respecto a la guerra en Gaza, lo cierto es que la industria militar israelí descansa muy tranquila y puede seguir, orgullosa, vendiendo a España su producción probada en combate” que es el eufemismo que Israel utiliza para decir que sus armas han sido probadas sobre los cuerpos de decenas de miles de personas asesinadas en la Palestina ocupada.
Con la guerra en Gaza ya comenzada y cuando las víctimas ya se empezaban a contar por centenares día a día, el Consejo de Ministros -esto es, PSOE y SUMAR – autorizaban en octubre de 2023 la compra de 168 sistemas de misiles contracarro Spike por más de 285 millones de euros. El fabricante es un consorcio de empresas liderado por Pap Tecnos, la filial española de la israelí Rafael, fabricante original. Pero la relación de las Fuerzas Armadas con este sistema es antigua y tanto el Ejército de Tierra como Infantería de Marina cuentan con una versión anterior en sus filas desde hace años. De hecho, es considerado un elemento básico del Ejército español y forma parte incluso del despliegue en misiones internacionales como la de Letonia, donde España participa en las provocaciones que la OTAN realiza desde hace tiempo contra Rusia.
Pero hay muchos más ejemplos. También en octubre y mientras el gobierno seguía dando mensajes grandilocuentes, el Consejo de Ministros autorizaba otro contrato para la compra del sistema lanzacohetes Silam, un proyecto en el que participa la israelí Elbit Systems. Y también los carros de combate Leopard usan munición de otra empresa israelí, IMI Systems.
Este suministro no se limita a las Fuerzas Armadas, ya que también la Policía Nacional y la Guardia Civil cuentan con sus productos entre sus filas. Por ejemplo el fusil de asalto MZ-4P de la israelí Emtan, que usan las unidades de élite de la Guardia Civil, o la pistola semiautomática Heckler & Koch USP que porta todo el Cuerpo Nacional de Policía.
Esta última empresa es quizá uno de los mejores ejemplos del cinismo que rodea a la industria militar sionista. Si bien formalmente la empresa dirigida por Jens Bodo Koch, el último de la saga familiar que consiguió reciclar la empresa colaboradora de la Alemania Nazi Waffenfabrik Mauser AG al emporio armamentístico actual, lo cierto es que esta empresa es una de las marcas blancas que Israel utiliza en su negocio armamentístico, y de hecho, es una de las empresas que resuenan como proveedoras para el infame futuro “ejército europeo”.
El informe 54 del Centre Delàs d’Estudis per la Pau publicado en 2022 denuncia precisamente la parte más jugosa de las relaciones económicas con Israel: la parte más gorda del pastel está en lo que la entidad sionista vende de manera directa o a través de empresas camufladas y que ningún gobierno europeo se atreve a tocar. Todos, absolutamente todos los cuerpos policiales y militares españoles están dotados de armamento y tecnología israelí, aspecto que garantiza la preeminencia de su conglomerado, y el cuál mientras no se vea afectado, toda operación de marketing político será precisamente eso, puro teatro.
De hecho, Israel se ha convertido en uno de los mayores desarrolladores y exportadores de armas militares y tecnologías de opresión en todo el mundo.
Homeland Security o “Seguridad ciudadana”
Uno de los ejemplos más claros de cómo el gobierno español es un firme admirador del sistema político israelí es el caso de Pegasus, uno de los programas espía más invasivos de Israel, que ha permitido a las fuerzas de seguridad españolas espiar el teléfono de alguien y obtener toda la información de ese teléfono, convirtiendo un smartphone en una mina de oro de la inteligencia estatal.
Ahora bien, Israel no solamente provee a España de armas, sino que también ayuda a transformar a los cuerpos policiales en extensiones del ejército.
Miles de agentes de la Casa Real, la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Ertzaintza, la Policía Foral de Navarra, Mossos e incluso de cuerpos de policía local han viajado con frecuencia para recibir entrenamiento en Israel, un lugar donde la policía y el militarismo están aún más entrelazados.
El foco de estas formaciones está en la represión de disturbios, la contrainsurgencia y el contraterrorismo, todos ellos asuntos esencialmente irrelevantes o que deberían ser irrelevantes para la gran mayoría de cuerpos policiales, a no ser que éstos tengan en la retina que su “enemigo” es la propia población a la que tienen que vigilar. Ahí está el secreto que Israel vende a España y por el que los gobiernos “progresistas” no rompen relaciones.
Tecnología israelí es la que va a servir a la Unión Europea, que se encuentra en pleno debate por la regulación de la inteligencia artificial, a implementar de manera generalizada los sistemas de reconocimiento facial que por ejemplo ya están en manos del Ministerio del Interior español, cuyo titular, el ex juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska, pretende implementar de manera generalizada.
Como documenta el profesor de ciencias políticas Anwar Mhajne, Israel ha utilizado todas estas herramientas en sus enfrentamientos militares con Palestina: desplegando sistemas de vigilancia con inteligencia artificial y de vigilancia policial predictiva en los territorios palestinos; utilizando tecnología de reconocimiento facial para monitorear y regular su movimiento; sometiéndolos a escaneos de reconocimiento facial en los puestos de control, con un mecanismo de código de colores para dictar a quién se debe permitir que avance, someterse a más interrogatorios o ser detenido.
Y el sistema que el PSOE y el binomio Podemos-SUMAR han traído a España, Entry Exit System, sirve precisamente para eso, lo cuál no debería dar lugar a más comentarios.
Cuando Aldous Huxley escribió Un mundo feliz en 1931, estaba convencido de que “todavía había mucho tiempo” antes de que su visión distópica se convirtiera en una pesadilla. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que sus profecías se estaban haciendo realidad mucho antes de lo que había imaginado.
La influencia militar de Israel en España, sus avances en armamento tecnológico y su rígida exigencia de cumplimiento nos están empujando hacia una sociedad más represiva.
Mediante el uso de la tecnología de vigilancia, Israel ha erigido la primera prisión al aire libre del mundo y, en el proceso, se ha convertido en un modelo para los cuerpos policiales españoles.
Sin embargo, lo que no podemos permitirnos pasar por alto es hasta qué punto el Estado policial Español está siguiendo el ejemplo de Israel. Es evidente que no somos un territorio ocupado, pero eso no hace que el campo de concentración electrónico que se está erigiendo a nuestro alrededor sea menos prisión.