En marzo del año pasado, el Banco Internacional de Pagos alertó sobre la posibilidad de que los tipos negativos desencadenen “disturbios sociales” (*).
Desde que en el siglo XIX comenzaron las estadísticas, los tipos de interés nunca habían llegado hasta este punto, incluso teniendo en cuenta que no nos estamos refiriendo a tasas de interés reales, es decir, contando con la deflación.
“Unos tipos de interés negativos, aplicados a la deuda pública, podrían generar el mayor impago en la historia del mundo”, pronostican algunos.
Es una de las más claras demostraciones no sólo de que el capitalismo ha tocado fondo, sino de que las teorías económicas burguesas se han ido con él. “Nuestros patrones de pensamiento se han dado la vuelta”, reconoce Nicolas Gaussel, el cabecilla de Lyxor Asset Management.
Los economistas profesionales ya no esconden el pánico y hablan como si estuviéramos en plena guerra termonuclear. A los tipos negativos las califican de “armas de destrucción masiva”.
En VozPopuli Juan Ramón Rallo habla de “armas nucleares monetarias en manos del BCE”, el Banco Central Europeo.
Un artículo del Business Insider dice que los tipos negativos ponen al Banco Central Europeo y a la banca en rumbo de colisión.
En un informe al Deutsche Bank, David Bianco expone que “la escalada bélica en la guerra de divisas traerá la destrucción mutua asegurada”.