Volvemos a rebobinar el culebrón en donde lo dejamos, cuando el Imperial College de Londres fabricó uno de esos modelos informáticos de última generación para asustar al mundo entero e imponer el confinamiento a fin de evitar millones de muertos.
Dijimos que el artífice de aquella tonteoría era el doctor Neil Ferguson, un sujeto que lleva en su pecho muchas medallas académicas y distinciones, entre ellas la de cobrar de Bill Gates.
En Gran Bretaña a Ferguson le llaman “doctor confinamiento” y el montaje iba bien hasta que tuvo que dimitir por no respetar el confinamiento.
Ya saben Ustedes cómo va esto: las normas son para que las cumplan los demás, los de a pie. “Consejos vendo y para mí no tengo”.
Ferguson no sólo utiliza el ordenador para para fabricar tonteorías apocalípticas, sino también para ligar y así es como conoció a Antonia Staats, a quien invitó a pasar una dulce velada, olvidando las estrictas normas de confinamiento que han aprobado para el resto de los mortales.
¿Puso Ferguson en peligro su vida o sabe que el confinamiento no sirve para nada?, ¿qué opinan Ustedes al respecto?, ¿se imaginan a Fernando Simón echando una canita al aire?
Los que nos burlamos del confinamiento hemos sido tachados de irresponsables, pero ¿qué debemos decir ahora de quien lo ha impuesto?, ¿realmente Ferguson cree en el modelo epidemiológico que ha inventado o sabe que es una comedia?
Esta historia de amor epidemiológico no ha hecho más que empezar y la repugnante prensa británica se frota las manos cada día con el culebrón.
Algunos dicen que el gobierno de Boris Johnson no quiere asumir el fiasco de un modelo que no ha acertado ni una y de esta manera se han quitado de enmedio a Ferguson, arrojándole a los pies de los caballos.
Los gobiernos utilizan a los científicos como Ferguson a la medida de sus necesidades políticas y se deshacen de ellos de la misma manera, como si fueran piojos.
Lo bueno del escándalo, que fuera de Gran Bretaña permanece en un discreto silencio, es que está destapando algunos de los entresijos políticos y económicos de la pandemia.
Como el resto del mundo, el gobierno británico se enfrentaba a una crisis de superproducción sin precedentes que sólo se puede paliar con una destrucción masiva de fuerzas productivas.
De ahí vienen todas esas metáforas entre la pandemia y la guerra, que durante el siglo XX fue el medio fundamental de destrucción. La pandemia tiene algunas ventajas sobre la guerra. La primera es que crea una cortina de humo en torno a virus, enfermedades y tratamientos. La segunda es que no causa muertes sino que las evita.
El modelo de Ferguson pronosticaba medio millón de muertos que el confinamiento ha salvado y, en lo sucesivo, los que van a escribir la historia son los que se han librado de la muerte, así que lo más probable es que estén aliviados y agradecidos al gobierno de Johnson.
Serán los dos mantras de los portavoces del imperialismo en el futuro: la culpa de la crisis es del coronavirus (y de China) y hemos salvado cientos de miles de vidas gracias al confinamiento.
Los reformistas venderán la moto con su consigna de que “la salud está por encima de la economía”.
Los unos (capitalistas) y los otros (reformistas) ocultarán que por primera vez se han empezado a tomar decisiones a gran escala no en base a experiencias y datos contrastados del pasado, que es la única manera en la que se puede hablar de ciencia, sino sobre previsiones de lo que puede ocurrir en el futuro y que, por cierto, nunca ocurre.
Más información:
– Bill Gates financió el diseño del modelo epidemiológico fraudulento de coronavirus utilizado en Gran Bretaña y Estados Unidos