Lo que sí es cierto son sus orígenes humildes igual que sus mentores en lo que llegó a ser ECI y Galerías Preciados, cosa que, por ejemplo, el recién finado banquero Emilio Botín no fue ni tuvo.
El CI no fue la idea originalísima de ningún «genio» del comercio. Lo crearon, eso sí, unos aldeanos asturianos (procedentes, literalmente, de una aldea). El fundador fue César Rodríguez, nacido en una chabola asturiana en 1882. En aquella época no había aldea asturiana que no tuviera al menos un hijo -de los muchos que se tenían para las labores del campo, César fue el octavo- en América. César Rodríguez se fue con 14 años, en 1896, a La Habana desde el puerto de Santander, con los tambores del independentismo cubano de fondo. Trabajó de «cañonero», como le decían allá al chico para todo: limpiar, barrer, fregar… a cambio de comida y cama, que es lo que le ofrecían en una tienda de novedades de no importa qué nombre, es irrelevante. Sí que lo es, relevante, saber el nombre de donde se estableció nuestro héroe y de donde salió la idea de «plagiar», vale decir, el futuro Corte Inglés. En 1900 César -le vamos a tutear porque ya nos cae hasta bien en esta «vida ejemplar» de santo en plena jungla de asfalto capitalista liberal- sucede algo algo definitivo y es que, César, entra a trabajar como dependiente en los almacenes habaneros EL ENCANTO. Allí estará, ascendiendo, 28 años y asimilando lo que luego sería ECI. No sabía ni sumar, no sabemos si leer, pero era bueno para los negocios, instintivo, que se dice.
La importancia de EL ENCANTO (o su rival comercial «Fin de Siglo», también habanero, en los años 30 con Machado) en la idea de ECI es tal que no se entiende éste sin aquél: es un calco. Hasta tal punto que el slogan para las rebajas en EL ENCANTO ¡a principios del siglo XX! era… «ya es primavera en EL ENCANTO», les suena, ¿no es cierto?
Con solo 24 años César -le seguimos tuteando- ya tiene un puesto importante en EL ENCANTO, un gran capital acumulado que va reinvirtiendo en tiendas -como se hará en España con ECI, el de Bilbao, por poner un ejemplo, se inauguró en 1969- y buenos contactos con la alta sociedad de La Habana. Años después, en 1910, llega a la capital cubana su primo, también asturiano y aldeano, José Fernández Rodríguez, más conocido como Pepín Fernández y futuro fundador y presidente de Galerías Preciados (GP). A diferencia de César, Pepín sí pudo ir a la escuela. En 1919 la situación de ambos primos era ya privilegiada. César consolidó su fortuna personal casándose con una criolla de la alta sociedad cubana. Pepín -vamos a tutearle también al bueno de Pepín, que aquí somos como el exrey: muy campechanos-, por su parte, revolucionaba el mundo de la publicidad con sus eslóganes para EL ENCANTO. Una máxima copiada de los almacenes de la época de Estados Unidos y que posteriormente fue santo y seña de ECI y GP fue aquello de «el cliente siempre tiene razón». También el trato exquisito al cliente que podía llegar a ser abrumador y hasta agresivo, pero que resultó novedoso y «revolucionario» en los principios de este emporio. E imperio.
Mientras Pepín es ascendido a gerente y César se codea con la jet-set habanera, Ramón Areces, sobrino de César (ojo, no hemos dicho «del César Imperator»), sale del puerto gijonés de Musel rumbo a la isla. Areces será el sucesor de César Rodríguez, su tío, al frente de ECI y segundo presidente. Nació en 1904 y se crió en una mísera chabola, en un «chigre», como quien dice. Más que irse, huyó a La Habana en 1920, con 16 años. Allí, empieza como los demás, de «cañonero», oficio que ya conocemos, en EL ENCANTO donde llegará a dependiente de la sección de «caballero». Pero a diferencia de su tío, César, y de Pepín, que aquí todo queda en familia, al menos en principio, Ramón no escala más y se vuelve a Spain. Y se vuelve sin traje de seda ni puro habano ni barriga, como los típicos «indianos» triunfadores.
Algo que sí fueron César y Pepín. El primero abandonó EL ENCANTO -prototipo de ECI, insisto- en 1929. En 1933, al término de la dictadura de Machado (que no era un militar, como lo era, por entonces, el sargento Fulgencio Batista), César acumulaba una fortuna cuya cifra hoy no nos dice nada y es baladí decirla, pero un pastón entonces. Pepín, sin tanta presencia social, también engorda sus cuentas corrientes. Y hasta publica columnas de opinión -ya dijimos que fue a la escuela- en algunos periódicos cubanos ignoramos qué cosa. En 1930, igual que Areces, abandona EL ENCANTO y también la isla, a diferencia de César, que permanecerá hasta la revolución castrista.
En 1934, Pepín Fernández adquirió en la calle Preciados de Madrid una pequeña tienda llamada Sederías Carretas, el germen de Galerías Preciados, el primer centro comercial de España. Esto fue en 1955, 21 años más tarde de lo de Sederías Carretas. En GP participaban con el mismo porcentaje (46%) Pepín y su primo César, futuro fundador de ECI. En 1946 se romperá la sociedad -como en las mejores familias- de los dos primos de manera abrupta y comenzará la rivalidad entre GP y ECI (que acabó comprando al primero en 1993 por dos gordas, como quien dice entre gigantes).
Debajo de Sederías Carretas había una tiendecita, una sastrería, llamada El Corte Inglés, una nada, poca cosa. En 1935 se registra ante notario la escritura de compraventa de esa sastrería ECI a favor de César Rodríguez, quien asume la presidencia y es representado en Madrid (ya que seguía en Cuba) por su primo Pepín Fernández. Al año siguiente, en febrero de 1936, año del triunfo del Frente Popular, por cierto, Pepín -cumpliendo la promesa a su primo- pone al frente del negocio a Ramón Areces que, recordemos, se vino a España sin fortuna. Nació ECI con siete empleados y dos botones a los que Areces prometió el recopón. Pero lo cierto es ni César ni Pepín confiaban en las posibilidades de Areces. Sin embargo, lo hará crecer gracias al dinero de su tío, fundador y propietario de la tienda.
Sederías Carretas supuso un cambio radical en el comercio en España. Pepín Fernández, apoyado económicamente por su primo César, puso patas arriba la manera de entender las ventas en Madrid y el comercio español. ECI adoptaría, años después las mismas técnicas. Acabaría con el mostrador -típico en las tiendas de ultramarinos que algunos hemos conocido- que era una especie de barrera entre el cliente y el vendedor. Pepín puso, en su lugar, mesas de modo que el público tuviese la mercancía a su alcance. Pepín y César institucionalizaron también el precio fijo cuando todavía imperaba el regateo típico del comercio pequeño. También de esos tiempos vienen las campañas de rebajas, que parecen inventadas ayer, el trato al cliente y la posibilidad de que el cliente se desenvuelva con libertad por la tienda sin que tenga que comprar. Estamos ante la concepción del centro comercial moderno.
Todo esto había nacido ya a mediados del siglo XIX en Francia con el Bon Marche en 1859. Luego seguido por los Estados Unidos. Se trata del modelo anglosajón londinense de Harrod’s recopiado por Le Samaritain o Galerías Lafayette.
Este tipo de tiendas y su escaparatismo impulsó eso que se ha dado en llamar «consumismo» y parece el motor de la economía: GP y ECI. Fueron ellos quienes introdujeron en España el «tallaje antropométrico», esto es, el fin de las prendas a medida a cambio de determinar seis tallas universales para toda la población. También la forma de trabajar fue novedosa. Se impuso el sistema de comisión, se prohibieron las propinas, se garantizará por primera vez la devolución del dinero si el cliente no queda satisfecho, publicidad que todavía se oye. En los años 60 vino la tarjeta de compra, «tarjeta de ECI», tarjeta que daba «status».
En el año 1941 es cuando ECI comenzó a sentar las bases del que actualmente es el primer grupo de distribución español. Dieron el «primer gran pelotazo». Ocurrió que los masivos reclutamientos de tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial dejaron tocada su economía por falta de mano de obra. Así que el 8 de febrero de 1941 el gobierno español firmó un acuerdo con el gobierno alemán para suministrar mano de obra. Era una oportunidad para los muchos parados y gente sin apenas recursos que deambulaban por las calles viviendo del trapicheo. En un principio, el acuerdo disponía el envío de 100.000 trabajadores (productores para los alemanes), pero sólo fueron unos 4.000. Los requisitos para poder emigrar eran estar sanos y estar libres de las obligaciones durante dos años (duración del contrato), o sea, nada de novias ni parientas. Y ahora viene el «pelotazo». Cada viajero debía llevar una maleta con: cuatro pares de calcetines, un par de calzoncillos y camisetas, tres camisas, dos pares de pañuelos, dos toallas, un traje, un pantalón, un jersey de lana, un abrigo, un par de botas, una bufanda, un gorro y los útiles de afeitar. Las tortillas de patatas eran voluntarias (sic). Los traperos y El Corte Inglés hicieron su agosto El Corte Inglés ofrecía «el paquete del emigrante».
ECI es el mayor anunciante de España en los mass media, que es una forma de comprar su silencio cuando de relaciones laborales internas se trata. El recién finado, Isidoro Álvarez, no quería saber nada de sindicatos, aparte de abrir los domingos el comercio en perjuicio del pequeño comercio. Se incorporó en 1953, siendo un chaval y como almacenero, luego se licenció en Económicas entrando de consejero en la sociedad, con la recién estrenada condición de ECI como Sociedad Anónima. ECI apenas ha contratado directivos profesionales. La mayoría de los puestos de mando corresponden a empleados que han ido ascendiendo de categoría, como lo vió César Rodríguez en La Habana y exportó a España: «somos como una familia», declaraba Ramón Areces en 1981 (falleció en 1989 con 84 años de edad). Es el llamado «modelo japonés»: una estricta jerarquía, un trato paternalista con el empleado que permite la promoción interna y una implicación total y completa del trabajador con la empresa.
Parece ser que el nuevo director general de ECI, Dimas Rodrigo Jimeno, sobrino de Isidoro Álvarez, que estrena la cuarta generación del gigante de distribución desde la fundación de la sociedad en 1940, ha sido candidato de Falange en tres elecciones. Por Falange Española Independiente en las elecciones generales de 1996 y 2000 y las catalanas de 1999. Suponemos que para hacer «la revolución pendiente» joseantoniana. Pues nada, ¡¡viva España, oiga!!