El CO2 no es tan malo como nos cuentan ni el demonio que nos presentan

La concentración atmosférica de CO2 ha sufrido un considerable aumento en el siglo XX, especialmente en sus últimas décadas. Antes del comienzo de la revolución industrial (hacia 1750, cuando el escocés James Watt perfeccionó las máquinas de vapor) la concentración de CO2 en la Atmósfera era de unas 280 partes por millón (0,028%) y a principios del siglo XXI alcanza casi las 370 ppmv (0,037%).

El CO2 no es un contaminante. No es un gas tóxico ni venenoso. Para sentir un ligero dolor de cabeza se necesita que su concentración aumente hasta las 5.000 partes por millón del volumen de aire. Y en nuestros pulmones su concentración suele alcanzar las 50.000 partes por millón.

La historia del clima muestra que cuando ha habido más CO2 en la atmósfera, en la Tierra ha habido más vida. El aumento atmosférico registrado en el siglo XX puede resultar beneficioso para el desarrollo de la vegetación terrestre. En efecto, el incremento del CO2 puede influenciar positivamente en la actividad de las plantas de dos maneras.

En primer lugar, el aumento del CO2 refuerza la función clorofílica y, por lo tanto, potencia el crecimiento y la producción neta de biomasa. En la fotosíntesis, gracias a la energía aportada por la luz solar, se unen el dióxido de carbono y el agua para formar hidratos de carbono. Una parte de estos hidratos son oxidados de nuevo (en la respiración y descomposición orgánica) pero parte del carbono absorbido fotosintéticamente hace aumentar la materia orgánica terrestre. De hecho en muchos invernaderos modernos se insufla CO2 para mejorar el rendimiento de las plantaciones y tamaño de las cosechas.

En segundo lugar, como consecuencia del incremento del CO2, se produce una disminución de la evapotranspiración de las hojas y del consumo de agua por parte de la vegetación. Ocurre que los estomas de las hojas tienden a cerrarse cuando aumenta el CO2 del aire. De esta forma, las plantas pierden también menos agua y la fotosíntesis se hace más eficiente. La menor necesidad de agua permite un mayor desarrollo vegetativo en las regiones con problemas de aridez. Por ejemplo, en Israel existen pruebas fehacientes de que los bosques plantados hace unas décadas se han visto favorecidos por ese aumento.

Como consecuencia, a pesar de la creencia extendida de que vivimos en un planeta cada vez menos verde, lo contrario es más verdadero: cada vez existe más biomasa en la superficie de la Tierra. Recientes estudios satelitarios de la NASA lo ratifican http://earthobservatory.nasa.gov/Study/GlobalGarden/.

Así, de las mediciones directas de la concentración de CO2 en el aire se deduce que el carbono en la atmósfera aumenta de media unas 3 gigatoneladas cada año. Sin embargo, las emisiones antrópicas de carbono superan las 6 gigatoneladas. Por lo tanto, ni siquiera la mitad del carbono emitido es retenido en la atmósfera. Esta diferencia creciente entre las emisiones y el incremento atmosférico es debida a que gran parte del nuevo CO2 es absorbido por los océanos, por la vegetación y por los suelos.

Existen todavía, no obstante, muchas dudas sobre la localización de los sumideros actuales y en qué proporción se produce el reparto entre los océanos y la vegetación de esas 3 gigatoneladas de carbono anuales que no se quedan en la atmósfera. Probablemente los océanos acumulan unas tres veces más CO2 que los continentes. Algunos creen que se está produciendo una evolución de la circulación oceánica que favorece esa absorción.

Pero también ese CO2 añadido por la humanidad es absorbido por los ecosistemas continentales. En este sentido, algunos cálculos indican que en el territorio de los Estados Unidos y de Canadá, el CO2 absorbido por el suelo y la vegetación es superior incluso a las emisiones antrópicas de CO2 en esos países. Otros cálculos más conservadores indican que la masa de CO2 absorbida por el territorio estadounidense es la tercera parte de la emitida: 0,5 gigatoneladas de carbono absorbido frente a 1’5 gigatoneladas de carbono emitido. Los cálculos para Europa indican que la biomasa absorbe entre el 7 % y el 12 % de las emisiones.

Siguiendo esta tendencia los modelos climáticos calculan un aumento de más de un 20 % de la producción primaria neta global, cuando se duplique la concentración de CO2 atmósferico. De esta forma, excluyendo la deforestación, el sumidero vegetal continental puede elevarse a 5 gigatoneladas de carbono anual en el año 2050 (casi semejante al total de las emisiones actuales).

Existen también otros mecanismos que pueden explicar este aumento de la biomasa terrestre. Por ejemplo, los suelos de algunas regiones pueden estar aumentando su fertilidad debido a una nitrificación proveniente de la deposición en tierra de ciertos compuestos nitrogenados atmosféricos que, paradójicamente, son producto de la contaminación humana.

Otro mecanismo es el de la reforestación que actualmente se produce en amplias zonas del planeta. En algunas regiones del mundo, especialmente en las latitudes templadas de Eurasia y de América, el proceso de reforestación y el aumento natural de masas boscosas, debido al abandono de los campos agrícolas, es superior a la deforestación. Así, en Estados Unidos se ha calculado que el volumen de la madera contenida en sus bosques ha aumentado un 30 % en los últimos 50 años. En Europa el aumento de biomasa ha sido de un 25 % entre 1971 y 1990.

Una última razón posible del aumento de la biomasa es la prolongación de la estación de crecimiento vegetativo en las latitudes medias y boreales debido al aumento de las temperaturas globales, quizás debido en parte al aumento del CO2 atmosférico. Parece haber señales fenológicas de un adelanto medio de la primavera y un retraso del otoño en unos cuantos días, motivado por el aumento de las temperaturas. Asimismo, el incremento de las temperaturas nocturnas ha favorecido posiblemente el alargamiento de los períodos libres de heladas.

Finalmente, otro de las posibles maldades atribuídas al incremento del CO2, es el de la acidificación de los océanos que dañaría a los corales. Sin embargo, a lo largo de la historia geológica de la Tierra, normalmente la concentración de CO2 ha sido más alta que la de hoy, y la formación de corales no se ha visto afectada. Además un reciente estudio indica que el incremento del CO2 desde las 380 ppm actuales hasta su duplicación en 760 ppm sólo haría descender el pH del agua en 0,19 unidades, un cambio que no modificaría gran cosa la calidad del agua (Loáiciga, 2006).

Antón Uriarte, geógrafo de la Universidad de Zaragoza, escribió esto en noviembre de 2016. Falleció en San Sebastián el 1 de agosto de 2019

nota: Pg (Petagramo) = 10 elevado a la 15 gramos = Gt (Gigatonelada) = mil millones de toneladas (2,12 Petagramos de carbono equivalen a 1 ppm en la concentración atmosférica de CO2 ).

Referencias:

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comentarios

  1. Qué quereis decirnos al publicar este artículo? Que hay que continuar quemando más y más combustibles fósiles? Los combustibles fósiles son FINITOS y la dependencia de los mismos está en la raiz de la gran ostia que nos vamos a dar, está en la raiz de la crisis sistémica.
    Si alguien esta pensando en ello, no se puede crear un sistema alternativo comunista, que tenga su base en la crecimiento continuo de la actividad económica y del crecimiento en el consumo de combustibles fósiles.

    Por otro lado, como reconoce el autor del artículo, el rápido aumento de concentración de CO2 en la atmósfera, desde el año 1750 hasta hoy, está provocando un caos climático que nos va a venir muy mal en el futuro.

    Por último, decir, como dice el artículo, que está aumentando la biomasa global y no hablar de que está disminuyendo gravemente la BIODIVERSIDAD, es incomprensible.

    Me parece un artículo pésimo para la credibilidad de este medio de comunicación.

    1. Ane, APAGÁ EL TELEVISOR POR UN AÑO por lo menos, investigá un poco nomás quiénes están detrás del «cuento verde» y «andá a tomar aire fresco», QUE ABUNDA. 😉 …y no te preocupes…

    2. Hola Ane:

      El cambio climático es natural por mucho que los nazis malthusianos y sus propagandas anti proletarias estén llevando a muchas personas a creerse que estaría justificada la reducción del salario mínimo proletario «para salvar el planeta y su clima» por que las emisiones de CO2 cambiarían el clima de la Tierra. Eso es una sandez criminal, increiblemente anticientífica y un insulto inperdonable a la inteligencia.

      Quienes mantienen la hipótesis del cambio climático por las emisiones de CO2 primero deben ir a las academias de ciencias rusa y china a convencer a los climatólos y paleoclimátologos, no con argumentos de autoridad de las finanzas malthusianas sino con argumentos científicos, porque los propietarios de los capitales superconcentrados financiadores en las potencias imperialistas occidentales de esta ideología calerntológica y climatista lo tienen muy claro: Su objetivo es el control globo-monopolista de los recursos materiales y, así, de la producción de plusvalía a escala mundial para superar su crisis de acumulación y de subproducción de plusvalía, es decir, de cuota de explotación.

      Quien se adhiere a estas hipótesis del CO2 y encima se solivianta como si la calentología fuera una verdad científica corre en contra de su credibilidad como sujeto autónomo de pensamiento. Fue una vergüenza como estos canallas introdujeron las sandeces del «desarrollo sostenible» en los años 1990s en la Penínjsula Ibérica desde los laboratorios ideológicos y no científicos del espantoso partido (social)demócrata estadounidense,.En aquel entonces los comunistas y ecologistas les salimos al paso de sus ideas malthusianas camufladas de ecologismo, y les planteamos el debate sobre el eje del Desarrollo Democrático del Ecosistema. Demócratico significa aquí el sometimiento de la minoría (en este caso, burguesía, oligarquía y clases medias de apoyo) a la mayoría (que es el proletariado mundial).

      Esto no es negociable, es la base de la revolución socialista y estos espejitos de colores de «salvar al planeta» difundidos por fuerzas ecofascistas con principios claramente eugenésicos y malthusianos no pueden ser admitidos como si fueramos niños inmaduros emocionalmente manipulables sin hacer una crítica seria y radical a sus postulados, sobre todo porque las instituciones políticas que quieren construir sobre ese eje falso implican medidas extremas sino directamente crminales contra el proletariado mundial. Bien mirada, esta propaganda imperialista solo ha servido para normalizar privilegios imperialistas, tanto en su vertiente calentológica primero como en su vertiente climatista, actualmente. Durante décadas han empleado la reiteración y el insulto al público, el abuso en la exposición de su hipótesis como si fuera una tesis, y la cancelación de la crítica, imponiéndose a la goebelsiana, a pesar de haber sido rebatida su sandez nazi de «desarrollo sostenible».

      Lo primero que hay que explicar al proletariado internacional es que los nazis malthusianos en el último medio siglo desarrollaron series industriales con obsolescencia programada que llevaba a la autodestrucción de los obejetos de uso, mutliplicando por diez el gasto de materiales, y derrumbando el salario real del proletariado. No hubo ninguna conferencia internacional para frenar ese crimen. Y hoy esos mismos canallas salen con conjeturas no demostradas, e inocultablemente malthusianas sobre el clima y el CO2.

      Pues no, señoritos, el petroleo y los combustibles fósiles, ahora incoultablemente bajo presión de producción de escasez, son recursos naturales que está muy lejos de ser demostrado que sean escasos primero porque a los propietarios de esas reservas no les interesa airear su volumen real. Son recursxos que, al contrario de los que están intentando hacer creer la gran finanza occidental malthusiana, no produce el calentamiento de la atmosfera. El calentamiento de la atmósfera es natural, relativamente beneficiosos y probablemente más positivo que negativo si se lo sabe emplear para incrementar el desarrollo de las fuerzas productivas. El cambio climático es natural y recurrente porque está determinado por los ciclos de Milankovic. Formate, Ane, y ten un poco de respeto a la credibilidad del medio.

      La verdadera crisis castastrófica es la crisis de sobreproducción. Esta crisis se produce por que al alto desarrollo de las fuerzas productivas las constriñen unas relaciones de producción de tipo capitalistas, y está determinada por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. El límite del capital es el capital mismo. Los límites naturales inmanentes al desarrollo humano que os están inventando los malthusianos son falsos, en cambio, los límites reales inherentes a las relaciones sociales de producción capitalistas os lo están ocultando. Esto es malthusianismo burgués contra marxismo proletario, y materialismo dialéctico contra ideología burguesa.

      PD: a) Que aumente la biomasa es un fenómeno natural beneficioso.b) Las medidas de la biodiversidad hechas por fanáticos malthusianos son totalmente inconfiables.

      1. Pero hay otra.. Y si ese CO2 no es la misma composición de la prehistoria con el ahora?.. Nuestros antepasados no quemaban fósiles y durante milenios nadie lo hizo.. Nadie ni siquiera prendió un fósforo.. El CO2 de hoy es altamente nocivo y está de remate que tiene un hoyo en la capa de Ozono traspasando sus rayos nocivos.. CO2 de antes VS CO2 de ahora?

        1. Hola Gambrino:

          Es una elucubración de lo más absurda. El CO2 de ahora es maravilloso, con toda evidencia.

  2. …pretende seguir siendo el otro GRAN NEGOCIO, parece que no ganaron bastante con barbijos, alcoholes en gel, reactivos, «palitos», vacunas, etc., etc., etc…
    Es la siguiente PAYASADA PLANETARIA -aunque ví por ahí que ya están «pergeñando la 6ta. ola»… Mi Dios… 😛

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