Rickards no es cualquiera. Además de un especulador experimentado de la bolsa de Nueva York por cuenta de los grandes bancos, también es consejero económico del Pentágono y de la CIA. Participó en las negociaciones con Teherán durante la crisis de los rehenes de 1980.
En 1990 colaboró con el Banco de la Reserva Federal para evitar el hundimiento de Wall Street durante la crisis del fondo de inversión Long Term Capital Management.
Tras el 11 de setiembre de 2001 la CIA le puso al frente del «Proyecto Profecía» que utiliza los indicadores bursátiles para predecir eso que en Estados Unidos llaman «amenazas a la seguridad nacional» por parte de los terroristas, de otros países o de quiebras internas.
Como buenos supersticiosos, la CIA cree en la predestinación y, por lo tanto, en las profecías, incluidas las bursátiles. Es más, creen que el sistema de alerta que han puesto en marcha ya demostró su fiabilidad el 7 de agosto de 2006, al detectar un ataque terrorista inminente.
La CIA cree que la profecía se cumplió en Londres tres días después, cuando lograron abortar un ataque con explosivos contra diez aviones estadounideses de diferentes líneas aéreas por parte de un grupo pakistaní.
Ahora Rickards ha vuelto a sacar su bola de cristal para lanzar otra profecía, aunque esta vez -advierte- el ataque procede del interior de Estados Unidos.
Lo curioso es que no es el único que lo dice. Recientemente se ha publicado un informe consensuado por 16 agencias de espionaje diferentes de Estados Unidos. Los organismos de inteligencia han evaluado conjuntamente el impacto de la caída del dólar como moneda de reserva mundial y comparan el final de la hegemonía estadounidense con la caída del Imperio Británico tras la Segunda Guerra Mundial.
El informe pinta un escenario de pesadilla. Las previsiones son de un hundimiento económico y un largo periodo de caos mundial. Según los espías estamos en vísperas de una gran depresión que durará 26 años y que empezará en mayo del año que viene.
En la entrevista Rickards añade que debemos prepararnos para lo peor y que no podemos hacer nada por impedirlo. Lo dice porque después de tantos años en Wall Street nunca ha oido hablar del socialismo.