La semana pasada el New York Times publicaba un artículo que expresa la preocupación del gobierno de Biden con la inflación (*). Hasta ahora han estado calmando los ánimos, dentro y fuera de Estados Unidos, diciendo que era puramente temporal, e incluso que era consecuencia de que la economía se estaba recuperando después del confinamiento.
Ahora el periódico reconoce que los asesores de Biden “cometieron un error de previsión” (*). Ocurre siempre que uno se cuenta a sí mismo el cuento de la lechera y se lo traga. “La disponibilidad generalizada de las vacunas contra el coronavirus aceleraría la vuelta a la vida anterior a la pandemia”, dice el New York con una ingenuidad pasmosa.
Contaban con las vacunas, pero no con las variantes del virus, es decir, no contaban con nada, salvo con cuentos, por lo que se ha “frenado” la vuelta a la normalidad.
El plan de rescate ha supuesto que el gobierno de Washington ponga 1,9 billones de dólares en circulación, una cifra gigantesca como nunca se había conocido en la política económica hasta la fecha, muy superior al New Deal de los años treinta. Pero “el problema no es que haya demasiado dinero dando vueltas […] sino que los consumidores están destinando una cantidad inesperada de ese dinero a un conjunto reducido de cosas para comprar”, añade el periódico.
No obstante, en cualquier caso la culpa de la inflación la tiene el virus: “Seguimos lidiando con los difíciles retos y complicaciones causados por el covid-19, que están haciendo subir los costes de las familias estadounidenses”, dice Biden.
El virus es magia potagia, y es extraño que los feligreses no hayan emprendido procesiones y rogativas para que se vaya a otro planeta, como antiguamente cuando los rezos ahuyentaban las pertinaces sequías.
Ya no saben qué hacer. 1,9 billones de dólares no han servido para nada y la reciente reunión de Biden con los dirigentes de 14 países en la cumbre del Grupo de los 20 en Roma tampoco.
A los economistas les pasa lo mismo que a los epidemiólogos: sólo tienen fantasmas en la cabeza. Esta madrugada el índice Nikkei de la Bolsa de Tokio ha caído de manera espectacular y la prensa especializada dice que es porque los especuladores no creen que las vacunas actuales sean eficaces contra la “variante omicron” del virus.
En fin, que se han llevado un disgusto, porque el capital financiero ya no revisa los balances y cuentas de resultados sino las estanterías de las farmacias.
(*) https://www.nytimes.com/2021/11/24/us/politics/biden-inflation-prices.html